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- Hora de salida: 9
- Hora de llegada: 15
- Meteorología: Sol
- Dificultad: Muy facil
- Días: 1
- Tipo: Ascensión
- Gps: Sin fichero GPS
- Sin panorámicas
Mesola (2177 metros)
Propuesta de excursión circular con ánimo de recorrer las distintas cotas de la Sierra de la Estiba, con la Punta de Mesola como mayor elevación del largo cordal que separa los valles del río Osía(Lizara) del de Estarrón en Aísa. La sierra es una divisoria de lomas herbosas de andar amable y generosas vistas a los picos del entorno, entre los que destacan el Aspe y el Bisaurín. La idea consiste en trazar un recorrido por la cara este de la sierra, con un trayecto de subida que parte antes de la zona recreativa del hayedo de Abi, junto al barranco de Bozarruego, gracias a una trocha fácil de seguir que accede al refugio del Cubilar Alto de Petrito. Aluego la bajada se realiza por el camino del GR-11 hacia las praderas idílicas que riega el torrente de Igüer. El tramo de unión mediante el asfalto de la carretera apenas resta encanto a las bellezas de la ruta. Al tema.
DATOS TÉCNICOS:
-inicio, puente carreteril sobre el barranco de Bozarruego, a 1350 metros de altitud.
-duración, 5 horas en total.
-desnivel, 900 metros de subidas y bajadas
-Mesola a 2168m.
DESCRIPCIÓN:
en la carretera que sube de Aísa hacia el norte, plagada de unos cuantos bujeros en el asfalto que reclaman de un arreglo rápido, y tras subir un par de curvas cerradas, conviene aparcar el auto junto al torrente de Bozarruego a la altura de un corto puente con quitamiedos. Allí nace una pista de tierra que conduce a una zona de campos, pero enseguida se ha de abandonar por una trocha abierta por la margen derecha orográfica del barranco. En este día, un mojón de piedras señalaba el arranque de la vereda.
Las rampas iniciales serán con toda seguridad las mas duras de la jornada. Una inclinación que pilla desprevenido al cuerpo y nos hará sudar de lo lindo. La trocha asciende en paralelo al torrente, sin ver su cauce, entre un pinar por el que asoman varias hayas.
Sobre los 1480 metros de altitud la vegetación parece cerrar la traza de la vereda, aunque se advierte cómo tuerce hacia la izquierda en un giro brusco. Hay un par de troncos caídos sobre el piso del carril que serán necesarios de salvar para proseguir a media ladera, ahora en clara dirección sur. La pendiente afloja en este tramo donde los ejemplares jóvenes de pino obstaculizan un poco el avance. El objetivo consiste en alcanzar la loma de separación con el barranco de Sibiscal, fácil de intuir porque la trocha deja de subir, además de que un hito de piedras marca la continuación ladera arriba.
Abandonamos la travesía hacia el sur para acometer la subida por la loma cubierta de pinar. Hay un tronco muerto atravesado en horizontal en el arranque de la cuesta. Un ascenso breve entre recios ejemplares de pino hasta llegar al extremo inferior de un gran prado.
La ruta cruza por en medio de la pradera alargada, teniendo un paisaje abierto hacia el Aspe y el macizo de los Lecherines. En el borde superior del prado se levanta una cabaña pastoril o refugio forestal, con chimenea y en un lugar camuflado por la sombra del pinar y agradable por las vistas del entorno. Su puerta está cerrada a pesar de no ser un sitio frecuentado por los excursionistas.
Por detrás de la cabaña, los mojones de piedras siguen por la ladera superior a través de un pinar abierto, cómodo para una buena marcha. Sin haber un rastro de camino evidente, pronto se alcanza otra pradera de menor tamaño que la anterior, en la que llevaba la referencia de tomar un desvío por su límite superior.
La sorpresa fue encontrar un poste de madera, pero sin indicador, al inicio de una vereda clara que abandona la loma seguida para torcer a la derecha, hacia el Norte. En este punto me precipité al tomar un sendero que marcha unos metros por debajo del más marcado, aunque pronto se juntan los dos en un trayecto que avanza a media ladera, en un llaneo agradable por la umbría del pinar.
Al planificar la excursión desde casa, preveía la existencia de dificultades de orientación en este tramo del recorrido, y no podía imaginar que un camino tan claro y aparente se internase por en medio del bosque, sin posibilidad de extraviar el rumbo. Además su pendiente es llevadera y relajada para disfrutar del ambiente forestal, con las flores que medran bajo el follaje del pinar abriéndose en esta primavera, y llegando al cruce de un fino torrente.
El destino que se puede calificar como campo base de la ascensión al Mesola, el refugio del Cubilar Alto de Petrito, surge de repente encima del barranco de Bozarruego, sí, el mismo junto al que hemos dejado nuestro coche aparcado al iniciar la excursión y que ahora nos disponemos a vadear tras salvar 400 metros de desnivel de su curso.
En la otra orilla del torrente, la senda dibuja unas lazadas en exceso amplias con intención de llegar al refugio, trayecto que supongo también harán los ganaderos del valle para vigilar a sus reses. La cabaña sirve de muladar en unas condiciones deplorables para la pernocta humana. En cambio, el entorno de prados resulta apacible y tranquilo, además de contar con unas vistas generosas hacia el valle de Igüer y su decorado de montañas con sólo ascender un poco por la ladera.
La subida al Mesola consiste en superar una ladera mansa que se puede acometer de manera directa, sin necesidad de acceder al collado de la sierra situado algo mas al sur. No hay un camino marcado en la falda de la montaña, pero tampoco resulta necesario porque el rumbo es evidente.
Entre piedras y tasca alpina, trazando lazadas imaginarias a fin de aminorar la pendiente, se alcanza el cordal de la sierra donde se abre el paisaje a la vertiente del refugio de Lizara, con el Bisaurín y la sierra de Bernera en primer plano.
En la cima del Mesola hay un parapeto de piedras a modo de vivac y un panorama elocuente a las montañas que se despliegan al norte. Las cabeceras de los valles de Igüer y Osía quedan a ambos lados de esta sierra de la Estiba, en cuya máxima altura nos encontramos, para recorrer con la mirada el conjunto de picos y macizos que nos resultan familiares y otros que todavía están por descubrir.
En la cima llama la atención la abrupta vertiente que cae hacia el valle del río Osía en este tramo de la sierra, con paredes escarpadas y canales inclinadas, ofreciendo una cara muy diferente al cordal dócil y alomado que se prolonga al Norte y que vamos a recorrer en el siguiente tramo de la excursión.
La bajada del Mesola a la siguiente cota puntuable de la sierra resulta pronunciada, por una ladera de lajas de piedra que enseguida termina en la base de un montículo herboso, conocido en algunos mapas con el nombre de Petrito.
El trayecto por la divisoria de la sierra constituye un paseo cómodo y vistoso, una sucesión de subidas y bajadas a las elevaciones del cordal que hacen aumentar el desnivel acumulado de la jornada.
La nueva y herbosa prominencia de la sierra es la colina de la Punta de Napazal, otra oportunidad para disfrutar con un decorado de montañas que se van agrandando a medida que avanzamos por la cuerda.
Siempre recordaré mi primera visita a las alturas de esta sierra de la Estiba, cuando un grupo numeroso de perros, cinco u seis, salieron a darme un saludo nada amistoso con ladridos y salivando con ganas de arrancarme una pierna. Semejante alboroto despertó al pastor que estaba en plena siesta y gracias a su mediación la escaramuza no vio mostrar las garras ni blandir del bastón, pero el susto fue morrocotudo. Así que conviene recordar la denominación de la sierra y lo habitual de cruzarse en estío con algún rebaño y sus cuidadores.
El descenso desde la última punta de la sierra al collado del Bozo está obstaculizado por un mogote empinado, de ascenso mas sencillo que su posterior bajada. El terreno de esquistos resbala, y hay que andar con cuidado entre varios resaltes para acceder al collado sin padecer los raspones de una caída. También se puede bordear el montículo por los lados aunque ya no habríamos subido a todas las cotas de la sierra...
Un cartel de apariencia moderna indica las direcciones del GR-11 que cruza por en medio del collado. También hay otra señal que marca el camino de subida hacia el puerto de Esper o de Aspe, dando paso a la vertiente de Candanchú. Estamos en el punto de arranque o portal de entrada a rutas de montaña y ascensiones a los picos del entorno, pero nuestro recorrido sigue ahora las pinturas rojas y blancas del sendero que baja plácidamente hacia las praderas del barranco de Igüer.
A base de lazadas el camino pierde altura con rapidez, teniendo a la vista una planicie herbosa a la que vamos a descender por su extremo sur. El trazado del GR-11 que según el cartel se dirige al collado de Rigüelo o de la Madalena, sito en la vertiente opuesta del circo, tendrá que ser abandonado mas tarde o temprano ante el proyecto de bajar al fondo del valle y así cerrar el recorrido circular. También se distingue una cabaña ubicada en una meseta superior por la que pasa el GR-11, aunque aquí se propone abandonar el camino nada mas alcanzar el borde del llano herboso. En una curva cerrada a izquierdas, con abundantes señales en forma de hitos y balizas, se dibuja una vereda que prosigue recto y cuya traza pronto se difumina. Los mojones de piedras harán de guías en el siguiente tramo hasta dar con el curso de un torrente, teniendo delante un cantil rocoso que protege el barranco por la otra orilla.
Gracias a una canaleta inclinada de roca, paralela al torrente por su margen izquierda, vamos a sortear la muralla vertical de un circo por su flanco oeste. Superado el resalte, los mojones desembocan en una pradera a la que afluyen varios torrentes, creando un rincón pintoresco y muy agraciado para el esparcimiento y solaz.
Ahora resta una andadura relajada y apacible por los llanos de Igüer o de Saleras, observando las recién nacidas flores de la primavera y echando la vista atrás en más de una ocasión.
Aparecen unas balizas de madera y pinturas de color verdiblanco como señales de una ruta moderna, con la denominación de Puerto de Aísa, que avanza junto al torrente y lo cruza en varias ocasiones. Da igual seguir el dibujo de este camino o marchar a discreción a través de los prados. En todo caso se llegará al plano de Saleras donde suele haber rediles para el ganado, y reses paciendo en temporada veraniega.
Teniendo a la vista el refugio de Saleras, el carril empalma con el sendero que asciende hacia el trazado del GR-11, según informan los carteles, mientras proseguimos en bajada al lado de los saltos y cascadas del barranco de Igüer.
Como iba sobrado de tiempo, anduve un rato en la búsqueda de un camino que evitara el tramo de pista-carretera yendo por la otra margen del río. Se dibuja un rastro de senda que marcha por esa orilla, con la necesidad de vadear un torrente que de inmediato vierte sus aguas al de Igüer, pero al final el camino tiende a desaparecer en la ladera de pinar y no supone una alternativa interesante. Mejor hacer uso del carril que baja hasta la Cleta de ganado y sirve de aparcamiento para los vehículos que acceden al valle.
El tramo de carretera que falta hasta el coche para así completar el recorrido circular no resulta tan tedioso como pudiera parecer, por ser en bajada, el tráfico escaso, la sombra del bosque, y el paisaje al hayedo de Abi que muestra su explosión de color en Otoño y su paleta de verdes en primavera. El desvío al área recreativa de Abi puede ser el remate de la jornada si queremos el refresco de las aguas del recién nacido río Estarrón, o dar un paseo por el bosque.