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Senderismo Almazorre - Caseta de las Balanzas por klaus -- 08/03/2017
Jornada: (una) --
(89 visitas)
  • Zonas: Prepirineo de Jaca — Serrablo — Guara — Riglos,
  • Duración sin descansos: 04:00
  • Meteorología: Sol
  • Dificultad: Muy facil
  • Días: 1
  • Num. Personas: 1
  • Tipo: Senderismo
  • Desnivel de subida: 550 metros
  • Desnivel de bajada: 550 metros
  • Distancia: 13000 metros
  • Agua:
  • Observaciones:
  • Gps: Sin fichero GPS


Almazorre - Caseta de las Balanzas  
Croquis Sui Generis
Croquis Sui Generis
Excursión corta por los alrededores de Almazorre, pueblo situado en la comarca del Sobrarbe oscense y en el que destaca su iglesia dedicada a San Estebán. El destino de la ruta consiste en visitar el dolmen de la Caseta de las Balanzas, de interés para los aficionados a la prehistoria y sus monumentos, y curioso de ver para el común de los excursionistas. Esta zona norte del parque natural de Guara se halla apartada del foco de atracción turística, lejos de barrancos deportivos que hacen las delicias de los visitantes, pero a cambio ofrece un entorno natural bien conservado y solitario, de vegetación mediterránea en el que destaca el bosque de carrascas por donde pasa nuestro camino. Existen oportunidades de prolongar la estancia en el monte con otras variantes y desvíos que surgen en el trayecto de la excursión, teniendo cerca al barranco del río Vero que fue motivo este día de realizar varias incursiones a su curso, mas o menos afortunadas. Al tema.

DATOS TÉCNICOS:
-inicio, Almazorre a 750 metros de altitud.
-duración, de3:30h a 4 horas en total.
-desnivel, 550 metros de subidas y bajadas.

DESCRIPCIÓN:
llegar a Almazorre necesita de un viaje por carreteras con mucha curva y vial estrecho, de escaso tráfico y pasando por pueblos de contados habitantes. Esta mañana dejé el coche aparcado al margen de la calzada, cerca de la entrada al barrio bajo del pueblo. Desde la plaza salen otros caminos indicados hacia Lecina y Betorz, pero interesa seguir a las tablillas del PR que de momento indican la subida al barrio de la iglesia,con la inscripción del PRHU-59 al dolmen. Es un camino ancho entre oliveras que deja una nave agrícola a su izquierda.

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En menos que canta un gallo se empalma con la carretera de acceso al barrio alto, con varias casonas distribuidas a los lados de la calle principal, entre ellas una muy arreglada y curiosa empleada como vivienda de turismo rural, casa Trallero. Junto a ella suben las escaleras de acceso al conjunto formado por la iglesia de San Esteban y el esconjuradero. Las obras de rehabilitación de los dos edificios les ha devuelto la belleza y esplendor de sus mejores siglos. El templo es de origen románico, del S.XII con posteriores reformas y añadidos, como la robusta torre del campanario. El esconjuradero tiene forma de cabaña pastoril de piedra, rematada con cúpula de falsa bóveda, de lajas colocadas con esmero y precisión. Ambos se ubican en un altozano que domina las tierras agrícolas del sur, y por la parte trasera se obtienen unas vistas aéreas sobre el curso del río Vero asomando en el horizonte el macizo de Monte Perdido. Para ver las pinturas murales del interior de la iglesia haría falta pedir las llaves en el pueblo, aún así, sólo por admirar su aspecto exterior, aunque no hiciéramos la excursión y en el caso de estar de vacaciones por la zona, la visita al templo merece un alto en el viaje.

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Desde la parte trasera de la iglesia, que como le sucede a Beyonce muestra su perfil mas atractivo, con su ábside de tambor luciendo gran volumen y armoniosa proporción, parten los caminos señalizados a Eripol y a nuestro dolmen, coincidente con el de Las Paúles, que se separan en decir un jesús.

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El tiempo estimado para llegar al dolmen, según indica el poste, es de una hora bastante ajustada a un ritmo normal de marcha. También señala la visita a otro punto de interés de la ruta, el castillo de Zaba, próximo al trazado del camino. Ahora comienza la bajada al barranco de las Pilas o de de Cañiminas según qué mapa, por una ladera de umbría mañanera salpicada de pinos que hoy lucían con sus bolsas de procesionaria colganderas.

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En esta parte inicial del recorrido ejercen de señales las pinturas clásicas del PR, amarillas y blancas, unas balizas de la ruta al dolmen, y los mojones de piedras que hacen difícil el extravío. La senda pasa por un alero o repisa de paisaje abierto al barranco del Vero, con la pared del Castillo de Zaba alzada en la orilla contraria.

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Tras la vistosa balconada al río, la senda deja los escarpes por donde esta mañana caían varias chorroteras de agua, para descender con prontitud al lecho por lo general seco del barranco de las Pilas. El curso de este afluente se une metros mas abajo con el discurrir de los meandros del Vero.

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Nada mas cruzar el lecho del barranco, se alcanza el desvío a un viejo horno de cal restaurado. Un panel explica cómo se incendiaba la roca caliza en el pozo, durante unos cuantos días y a altas temperaturas, con objeto de extraer la preciada cal. Una baranda de madera protege el horno de caídas desafortunadas.

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El sendero asciende bien marcado por la ladera donde desaparece el pinar, y es sustituido por una vegetación mediterránea de ambiente solanero, de sabina, enebro, y la carrasca que será el árbol predominante en el resto de la excursión. La visita a la torre del Castillo de Zaba la dejamos para la vuelta, ahora proseguimos recto para conectar en seguida con un carril ancho, del que mas adelante parte el desvío señalizado al dolmen.

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En ligera subida, el sendero se interna por la vaguada del barranco de los Vallones, de cauce seco pero que aloja en sus laderas un carrascal extenso y muy compacto, siendo su fronda uno de los mayores alicientes de la presente ruta. Las balizas de madera y los hitos de piedra marcan el rumbo sin posibilidad de error.

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La senda es de caminar agradable y cruza el mínimo reguero de los Vallones, de cauce seco, para después emprender una cuesta de suelo pedregoso. Sorprende la masa compacta del encinar formando una selva verde impenetrable.

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Un poco antes de alcanzar el claro del dolmen se atraviesa una trocha o cortafuegos, que luego volveremos a ver en el trayecto de vuelta. El panel explicando la historia y método de construcción del dolmen necesita un retoque de pintura, porque las grietas sobre su lámina amenazan con borrar la escritura. La Caseta de las Balanzas está formada por dos losas dispuestas en vertical, formando el túmulo sobre el que se ha derrumbado la roca que ejercía de techo. Un monumento funerario difícil de datar en origen, pero muestra singular de cómo nuestros antepasados erigían panteones a sus vecinos muertos con el material que tenían mas a mano, la pura roca, no como ahora que te dejas los ahorros en enterrar a un pariente.

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A la salida del camposanto prehistórico, un poste indica la continuación del recorrido hacia el Mesón de Arcusa, en la carretera que atraviesa el valle y marcha a la localidad de Boltaña. Será un trayecto de veinte o treinta minutos en llaneo, por una meseta poblada de carrascas, enebros, bojes y sabinas, de suelo en ocasiones formado por un canchal de rocas calizas algo engorroso para el buen caminar. Por su aspecto, debe ser una zona con presencia de fósiles y nummulites en las piedras, pero servidor se declara inútil en la búsqueda de estos tesoros de geología. Tampoco parece descabellado suponer la existencia de otras caleras, hornos de cal como el visto antes, escondidos por la vasta altiplanicie de carrascas. El camino llega así al empalme con una pista en un cruce señalizado.

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Aunque el próposito no sea ir al mesón de Arcusa, conviene seguir en esa dirección durante cinco minutos, en suave bajada, para obtener un panorama amplio hacia las montañas del Sobrarbe, a la Peña Montañesa, Cotiella, Monte Perdido, y hasta del mismo pueblo de Arcusa.

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De vuelta a la intersección pistera, viene una larga recta sin vistas por el espeso follaje de las carrascas que lindan con el carril. También hay unos ejemplares de enebro de gran porte y altura. Un suave llaneo que nos conduce en veinte minutos hasta la siguiente encrucijada de caminos.

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Un poste señala la dirección hacia el pueblo de Paúles de Sarsa por el ramal que sale a mano derecha; la pista principal continúa recto de vuelta a Almazorre, y el cortafuegos visto en las inmediaciones del dolmen se incorpora por el lado izquierdo. De tanta alternativa, quien sus escribe tomó el desvío a Paúles de Sarsa con objeto de inspeccionar la zona. Al cabo de andar cinco minutos por el carril, un hito de piedras en la linde izquierda, marca una especie de balcón de suelo pedregoso hacia el barranco del río Vero, con la montaña del Tozal de Asba situada justo delante. Asomarse.

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Yendo sobrado de tiempo, todavía proseguí un rato más por la pista hacia el norte, hasta descubrir al cabo de diez minutos unos mojones de piedras que descendían por la vertiente del río Vero. Una bajada imprevista y de acusada pendiente, por un sendero con tramos de pedrera que se abre paso entre una matorral denso, de carrascas y bojes. Los hitos de piedras sirven para no equivocar la traza, pasando a mitad del descenso por otro mirador al curso superior del Vero.

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Hay que atender a los hitos de piedras a fin de seguir la traza difusa del sendero. Durante la bajada encontré un animal muerto al lado del camino, parecía un hurón o mustélido semejante que no llevaba demasiados días en plan cadáver. Qué dura es la vida en la sierra, amigo. Suponía que este camino al final desembocaba en el cauce del río, pero en realidad su destino es otro. Unos abrigos bajo la Peña conocida con el nombre de Miel. Las cuevas de Peña Miel, que tras indagar en casa por la internete, resulta que albergan restos o trazos de pintura rupestre, tan difuminados que apenas son perceptibles para el ojo humano. Desde luego no para el mío, que ya tiene dificultades para distinguir estos dibujos de arte levantino en las cuevas acondicionadas que existen en otros puntos de la sierra de Guara.

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De la cueva, mas bien abrigo, se desprende una pedrera en fuerte bajada hacia el cauce del Vero. No hallé una forma sencilla de atravesar el arbolado en busca del río, a pesar de las muestras de desbroce y poda que se distinguían en el bosque. Quizás tampoco merezca la pena el esfuerzo de perder altura, para acceder a un tramo del Vero que no parece demasiado atractivo. Es una variante al recorrido para los más curiosos.

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Ya no avancé mas por la pista hacia Paúles de Sarsa, y regresé por el carril principal en dirección a Almazorre. Un descenso prolongado entre la habitual presencia de carrascas, viendo en la lejanía la ermita de San Esteban en su altozano. Pasaremos por el desvío conocido al dolmen, y un poco mas abajo, con intención de atajar hacia el castillo de Zaba, se continúa por el trazado de la pista sin tomar el sendero balizado.

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La pista enseguida conecta con el sedero balizado al castillo, del que sólo aguanta en pie un cacho de la torre, en su base y donde ahora crece una encina solitaria. Hay restos de los viejos tapiales o cuadras en la parte inferior del castillo, cuya función de atalaya defensiva parece compartida con la torre de la iglesia de Almazorre, conectadas visualmente para otear al enemigo en la distancia.

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La nueva incursión fuera del trazado de la ruta tiene su interés por ser breve y llegar a un rincón atractivo si el calor aprieta. Trazas de senda bajan de las ruinas del Castillo al cauce del río Vero, a la salida de un estrecho que forma una badina circular de aguas verdosas y chapuzón irresistible.

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Repantingado en las rocas aledañas a la poza, sin mediar un baño porque las aguas de Marzo todavía bajan con el frío de las nieves, comprobé en la mapa la oportunidad de improvisar un recorrido alternativo de vuelta a Almazorre. Siguiendo por la orilla del río, aguas abajo, queda cerca un viejo PR de subida a Santa María de la Nuez por el que es posible subir hasta la iglesia de San Esteban. Sin conocer lo accesible de las márgenes de este tramo del Vero, dediqué un rato a investigar esta opción de regreso que al final resultó transitable.

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El mayor impedimento a la hora de avanzar por las orillas del Vero consiste en el punzante matorral de aliagas que invade el terreno, sin el extremo de lacerar las piernas con arañazos. El vadeo del cauce tampoco supone mayor problema en condiciones normales, fuera de crecidas puntuales. Servidor vadeo el Vero en un par de ocasiones, pasando por un estrecha y mojada repisa bajo una pared en extraplomo. Luego, tras girar en una curva del río, será normal conectar con la senda procedente de Almazorre señalizada con pinturas de PR.

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Antes de afrontar el tramo definitivo de la excursión, en cuesta a Almazorre, se recomienda dar un garbeo por los estrechos que forma el Vero aguas abajo de la conexión con el PR. El caudal será variable según temporada, estando casi asegurado el baño en primavera a poco que acompañe el tiempo. Unas gorgas de agua transparente y muy apetecibles para darse un remojón, teniendo a la vista la iglesia de Almazorre y con planchas de roca para solazarse a gusto.

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Tras el recreo acuático y reposo, vienen una serie de rampas en ascenso para regresar a Almazorre. Las marcas de pintura del PR señalan la traza del sendero, de vista generosa al curso del Vero y a las montañas del Sobrarbe que van asomando en el horizonte al cobrar altura. Todavía investigué un rato por los salientes que dan al barranco, disfrutando de un paisaje aéreo sobre el estrecho de marmitas y pozas que forma el Vero. Encontré el rastro de una senda en franco descenso al lecho del río, sin que merezca la pena semejante pérdida de altura porque no se descubre ningún lugar de especial atractivo.

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Los pinos vuelven a asombrar el repecho que da término a la presente excursión por los contornos de Almazorre, un recorrido de atractivo histórico, cultural, etnográfico, natural y con oportunidad de pegarse un baño en el río como hemos podido comprobar. Quién tenga mayores aspiraciones que se vaya a esparragar.

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