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Senderismo Foz de Biniés por klaus -- 22/02/2016
Jornada: (Una) -- (2032 visitas)
Jornada: (Una) -- (2032 visitas)
- Zonas: Ansó — Echo,
- Duración sin descansos: 04:30
- Meteorología: Sol
- Dificultad: Muy facil
- Días: 1
- Num. Personas: 1
- Tipo: Senderismo
- Desnivel de subida: 600 metros
- Desnivel de bajada: 600 metros
- Distancia: 17000 metros
- Agua:
- Observaciones:
- Gps: Sin fichero GPS
Foz de Biniés
Muchos de los grandes ríos que nacen bajo las cumbres del Pirineo forman en algún momento de su curso superior tajos espectaculares. En la provincia de Huesca, esas angosturas reciben distinto nombre: foz, estrecho, desfiladero, cañón, congosto, formando una lista amplia de famosos ejemplos que abarcan toda la geografía oscense, a saber, la foz de Fago que labra el río Majones, la Boca del Infierno que atraviesa el Aragón Subordán, el congosto de Jánovas que el río Ara crea a su paso, el desfiladero de las Devotas y el Entremón originados por la fuerza del Cinca, el vertical congosto del Ventamillo a mayor gloria del Ésera, y otras gargantas de ese estilo que se quedan sin nombrar. En esta ocasión, el objeto de la presente ruta es la Foz de Biniés, esculpida a través de generaciones con una parsimonia sólo al alcance de las aguas incansables del río Veral. Para conocer este paraje natural lo conveniente es transitar por su fondo, y como la bravura del cauce desaconseja aventurarse por el río, la forma mas segura de admirar el relieve de la Foz es por la carretera que la atraviesa. No es el camino soñado, pero al parecer tampoco existe alternativa senderista. A cambio, la excursión aquí propuesta es circular y tiene su salida en el pueblo de Biniés, para lo que se emplea un tramo del camino de Santiago en su variante hacia Echo y el puerto del Palo, y luego retorna por el interior de la Foz, por y a pesar del asfalto.
DATOS TÉCNICOS:
-inicio, Biniés a 700 metros de altitud.
-duración, sobre las 4 horas y media en total.
-desnivel, 600 metros de subidas y bajadas.
-distancia, 17 kilómetros.
DESCRIPCIÓN
en Biniés podemos dejar el auto junto a la iglesia parroquial de San Salvador. Un conjunto de señales informa sobre las distintas rutas que parten del pueblo. Es obligatorio entrar en la plaza para ver la fortificación medieval del castillo de los Urriés, con sus torreones almenados. Está cerrado al visitante, y según parece el dueño lo vende, así que ya disponemos de algo en lo que gastar ese millón de euros que tenemos ahorrado desde hace tanto tiempo.
El inicio de la excursión es por una pista de tierra que sale junto a la iglesia, entre parcelas privadas y alguna nave ganadera. Durante todo el recorrido que forma parte del camino de Santiago aparecen unas balizas y señales sobre la ruta del santo Grial, un caballo negro pintado en un fondo naranja. Una moderna señalética sobre la posibilidad de realizar el camino a lomos de un equino. Hoy me he dejado el caballo en casa y tiro de piernas.
El tramo inicial presenta una bajada por camino ancho que deja a mano izquierda una fuente con abrevadero. Vemos la barranquera a donde se desciende, formada por unas laderas erosionadas de arcilla.
La bajada nos conduce hasta una pista que avanza junto a los campos y huertos de Biniés. Las indicaciones del Santo Grial y viejas pinturas del GR pronto invitan a dejar el carril por un sendero que sale a mano derecha. Poste indicador y escaleretas.
Es un llaneo suave entre el arbolado de quejigo y pino, mas una vegetación de ribera en la que despuntan unos altivos chopos con el tronco adornado de hiedras. A la vera del camino, unos metros por debajo, discurre una vieja acequia en paralelo a las aguas del río Veral, a las cuales nos asomamos en más de una ocasión.
Se atraviesa un torrente lateral siempre por un trazado claro hasta llegar a un paso estrecho con caída hacia el río Veral. Un par de sirgas ancladas al terraplén dan mayor seguridad, aunque el avance no entraña riesgo y sí una vista despejada hacia el curso del río en su viaje a la Canal de Berdún.
A partir del tramo con sirgas viene una cuesta sostenida entre los troncos de las encinas. Una ganancia de altura que brinda mejores paisajes hacia el curso del río, con una alameda importante en sus orillas, y el pinar que cubre la ladera opuesta.
Desde el camino asoma en la distancia una brecha angosta por la pasaremos adelante. Es una apertura en una de las rayas o estratos verticales que de la sierra bajan hasta el río formando la foz de Biniés. Un murete de piedras defiende el paso de posibles caídas humanas y del rebaño, pues el estrechamiento parece que tenga función de contadero, de contar el número de reses que cruzan la brecha. Los restos de cordaje de un portillo atestiguan el tránsito de ganado por esta antigua vía. Al otro lado del paso el paisaje se abre hacia el tajo de la Foz.
Al menguar el arbolado y seguir en ascenso, las vistas sobre el curso de la garganta mejoran. Vamos por una loma despejada donde mas adelante el camino traza una curva cerrada a mano derecha. Justo allí, unos metros por debajo, se obtiene una visión frontal y diáfana del tajo labrado por las aguas del Veral; una de las postales de la excursión.
Tras admirar la Foz desde las alturas, el camino de Santiago se aleja del curso del río que hasta entonces habíamos mantenido a la vera, y se adentra en el tramo de mayor frondosidad y umbría de la ruta. Primero serán las encinas quienes nos acompañan en el ascenso, con pasillos sombreados entre pies amusgados de boj. Los narcisos ya están en flor y eso que estamos en Febrero.
La senda se interna en el lecho pedregoso de un barranco, sin agua en esta fecha pero con la humedad necesaria para pintar de verde musgoso las rocas. La hojarasca cubre el piso y hay que andarse con cuidado de no pisar en una roca resbaladiza. Entre las especies de arbolado a ver destacan unas pocas hayas.
La senda desemboca en una planicie de campas, una ancha divisoria desde la que se inicia una bajada hacia el barranco de San Miguel. Las señales del Santo Grial ayudan a seguir el buen rumbo por un camino abierto, aunque pronto volvemos a la umbría del pinar salpicado con ejemplares recios de quejigo.
El tramo en descenso termina en el vadeo del barranco de San Miguel. En su otra orilla, por el lindero de un campo, la senda sube en un par de curvas hasta una borda que sin duda habremos divisado con anterioridad en la distancia. Es la borda de Capeta, una pocholada de casa adosada a una terraza escalonada, con sus muros de piedra y un paisaje agradable.
Buen lugar y momento para tomar un refrigerio junto a la cabaña, a la que arriba una pista de tierra por donde continúa nuestra particular ruta. Las placas metálicas del Santo Grial siguen marcando el camino, en este breve tramo de subida hasta coronar lo alto de una loma o colladín con vistas otra vez hacia la Foz.
La pista deja un ramal a la izquierda y prosigue ahora en bajada hacia las praderas de Navasal. Por allí debió ubicarse un monasterio muy antiguo, de época bajomedieval, del que sólo ha llegado a nuestros días un vestigio ruinoso en forma de la ermita dedicada a los santos Julián y Basilisa, y que en mapas de la zona también aparece con el nombre de la ermita de las once mil vírgenes. Un edificio tosco en mitad del campo con su interior convertido en un vivero natural. Asomeme a ver si encontraba alguna virgen pero no acontenció tal ventura.
Quizás no me percate lo suficiente, pero no vi la salida del GR-65-camino de Santiago-Santo Grial que en estos prados abandona la pista y continúa viaje hacia Echo. Parecía salir después de cruzar un torrente, por la linde del campo entre los restos de una borda en ruina y un corral moderno de ganado. Hay otras construcciones en torno a la planicie, como el voluminoso edificio de los que sería la pardina, y por supuesto la ermita sin vírgenes.
Nuestra dirección continúa por la pista que ahora inicia el descenso hacia la carretera de la Foz, aunque antes será necesario sortear el punto crítico de la excursión, las aguas del río Veral. Ignoraba si existía un puente u otro medio para atravesar el cauce, pero las dudas se resolvieron al observar desde la altura de la pista un vado hormigonado para cruzar a la otra orilla. El inconveniente era que las aguas desbordaban por encima del paso artificial y ponían en riesgo el éxito de la ruta circular. Iban a ser casi tres horas desde el inicio en Biniés, la vuelta por el mismo camino implicaría un tiempo parecido, más del doble que la hora y cuarto que cuesta regresar al pueblo por la carretera, sin contar la decepción de abandonar el paseo por el interior de la Foz.
Durante el tramo de bajada por la pista, a base de amplias lazadas, hay una señal que prohíbe la entrada a los campos de Navasal por ser una finca particular, prohibición que afectará, es de suponer, a los vehículos de motor. Más abajo, cerca de la orilla del Veral, se ubica una parcela privada con varias naves, caseta con perro, y una cancela de entrada junto a la que pasaremos.
La fuerza de la corriente, la altura del caudal, un par de palmos, y la temperatura del agua, estaban justo en el límite para vadear el río sin asumir mucho riesgo. Habrá que tener en cuenta estos factores para llevar a cabo la propuesta de excursión circular. En Primavera y época de lluvias, o con un Invierno de hielos y nieves, la tarea de cruzar a la otra orilla puede ser una odisea. A cambio, en verano será un juego refrescante.
Tras la sesión rápida de hidroterapía, ya en la otra orilla, se trata de continuar por la pista que nos lleva de inmediato a la carretera de la Foz.
Estamos justo a la entrada de la Foz de Biniés, con una pasarela elevada sobre un pequeño azud.
La carretera es estrecha, apenas hay anchura para que se crucen dos coches, y sin margen en la calzada que nos evite pisar el asfalto. Hay bastantes curvas cerradas de visibilidad reducida para los vehículos, cuyos motores no se oyen al confundirse con el fragor del río. Unas condiciones que obligan a caminar con la debida precaución para evitar sustos. A cambio es una vía con muy escaso tráfico. Este día, un lunes laborable, tan sólo me crucé con 5 coches en total.
Serán algo más de 5 kilómetros de andadura por la carretera, con una primera mitad que se adentra en el interior de la Foz y resulta un espectáculo de farallones verticales que animan a levantar la mirada a las alturas, y así atisbar el planeo de los buitres que anidan en las repisas de las paredes.
Entre la carretera y el río que dejamos a nuestra izquierda, asoman de vez en cuando avisos para que los pescadores devuelvan sus capturas al Veral, y también un panel de información sobre una de las aves a observar entre las paredes de la Foz, el treparriscos, en uno de los pocos apartaderos existentes al lado de la calzada.
Habrá que poner especial cuidado en atravesar un túnel pelín largo y oscurito, para luego dejar atrás otros de menor longitud y abiertos en la raya que desciende al tajo estrecho del río. Túneles que no pasarían los controles de seguridad de ahora pero en su día serían obras punteras de ingeniería.
Pasada la serie de túneles abandonamos el paraje natural y protegido de la Foz d Binies. Una explotación ganadera queda a la vera de la carretera, la pardina de Cillas, con un edificio de gran tamaño y corrales aledaños.
El resto de trayecto por la carretera es mas abierto y anodino, con la silueta almenada del Castillo de Biniés despuntando sobre los fustes de la alameda.
El cruzar ahora las aguas del Veral es tarea fácil gracias al puente carreteril. Unos metros después sale una pista de tierra por la izquierda que nos sirve para empalmar con el camino de la ida, el GR-65-Camino de Santiago-Santo Grial. Encarar repecho final y ya estamos de vuelta en Biniés tras haber disfrutado de tan grata excursión. Ya nadie podrá decir que no conocemos la Foz.
Comida en el Mesón Anaya de Puente la Reina de Jaca. Un menú servido con la acostumbra prontitud y de 12 euros, compuesto de unos macarrones con tomate de primero, algo fríos, y unas manitas de cerdo poco elaboradas pero apetecibles.
Salú.