Pinturas de Arpán y Trucho  
Propuesta de excursión con salida en el pueblo de Alquézar para conocer una parte de la intrincada geografía del parque natural de Guara. Se visitan dos abrigos rupestres que guardan pinturas del arte levantino, el Trucho y Arpán, gracias a caminos bien señalizados, en una ruta entretenida, semicircular, con variantes para alargar la jornada, y una sucesión de bajadas y subidas para superar los distintos barrancos que encontraremos a nuestro paso. Esto aumenta el desnivel acumulado del recorrido, algo muy común en la mayoría de las excursiones dentro del espacio protegido. La recompensa es descubrir rincones y angosturas del río Vero, y sus adyacentes, a la vez que admirar desde las alturas los acantilados del cañón. En época de lluvias, los caminos que avanzan por el lecho de los barrancos, en condiciones normales secos, pueden llevar caudal y dificultar el avance.

DATOS TÉCNICOS:
-inicio, Alquézar a 600m. de altitud.
-duración, sobre las 5 horas en total.
-desnivel, 750 metros de subidas y bajadas.

DESCRIPCIÓN:

podemos tomar como punto de partida la plaza mayor de Alquézar, allí veremos un letrero que marca la dirección hacia el puente de Villacantal por la calle San Lucas. Buena forma de empezar este callejeo por el pueblo desde el aparcamiento. Nuestro camino deja a la derecha la popular ruta de las pasarelas del río Vero, y sigue recto haciendo caso a un poste indicador hacia el pueblo de Lecina. Hay marcas de pintura verde durante buena parte de la excursión, junto a balizas de madera y señales en los cruces.







Los metros iniciales son un anticipo del resto de la excursión, un continuo sube y baja con muy pocos tramos de llaneo. Un primer repecho para salvar el barranco de Payuala, junto a varias cabañas de piedra, y así alcanzar el collado de San Lucas, un balcón excelente a las profundidades del río Vero. Mucho cartel e indicaciones varias en este punto, incluida una escultura metálica. Nuestra dirección es seguir rumbo al puente de Villacantal.









Del collado de San Lucas toca un descenso de 160 metros de desnivel hasta el cauce del río Vero, un tramo muy agradecido a la ida con un paisaje espectacular hacia el cañón, pero que a la vuelta será en subida con el consiguiente esfuerzo demás. El camino traza varias zetas para salvar la pendiente con mayor comodidad, y unas barandas de madera hacen su labor decorativa.







Rincón sugerente el del puente de Villacantal, con una pequeña badina aguas arriba de sus ojos para darse un remojón si aprieta la calor. Es zona de paso de los barranquistas ya en el tramo final de descenso del Vero. Hay una fuente señalizada a diez minutos del puente, en dirección hacia el empalme con las pasarelas de Alquézar, tramo que obliga a meterse en el cauce. Nuestro camino, bien marcado, sube ahora un corto repecho y se introduce en el barranco de los Lumos. Un cartel avisa de la improbable presencia de agua en su cauce, pues lo normal es encontrarlo seco salvo en época de fuertes lluvias.









A la salida de un tramo encajonado del barranco, se levanta una plantación de carteles que informan sobre los distintos caminos existentes. Uno sube a Asque, otro se interna por el barranco de los Lumos, y el que nos interesa parte a mano izquierda con la indicación hacia Lecina y los abrigos rupestres del Trucho y Arpán.





No hay momento de respiro en esta especie de montaña rusa inicial. Vuelta a subir un fuerte repecho donde las pinturas verdes y los mojones de piedra hacen de guías. Terreno algo más pedregoso que cobra altura respecto al barranco y traza una media ladera por encima del mismo. Pasado un abrigo o cueva que dejamos abajo, a nuestra derecha, atender a una fila de hitos que abandonan el camino más marcado y tiran todo tieso, loma arriba. Es cien por cien recomendable tomar este desvío aunque no exista una traza clara de sendero entre el matorral de boj. La serie de hitos de piedras, cada cinco metros asoma uno, ayuda en este evidente acercamiento hacia los escarpes del barranco del río Vero, entre una vegetación que no agobia y que más arriba gira algo a la derecha. Es la Peña de Villacantal o Volada, el nombre depende del mapa, que alcanzamos tras diez minutos de subida desde el desvío. El paisaje hacia el cañón del Vero es de vértigo e impactante.













Tras la contemplación y el inevitable cresterío por la Peña, con precaución en las asomadas al vacío, viene un tramo un poco confuso si perdemos de vista los mojones de piedras. El destino, por otra parte, es evidente y visible, un collado despejado de vegetación, rocoso, con un poste indicador, al que debemos bajar desde la Peña. El matorral es más denso y hay que separarse de la línea de los cortados con idea de recuperar el camino principal. Con o sin ayuda de hitos en diez minutos de bajada hay que estar en el mencionado colladito, donde convergen varios senderos.





Retomamos el camino de pinturas verdes tras la pequeña escapada para admirar el Cañón del Vero. De las tres direcciones que marca el poste indicador, hacemos caso a la cuarta, a la no indicada pero muy evidente en el terreno. A mano izquierda las pinturas verdes descienden en busca de la cueva del Trucho y Arpán, la opción del barranco de los Lumos se deja para la vuelta, y ahora se escoge una vereda clara que sale por la derecha, indicada con hitos de piedra. Avanza en línea recta por una loma que separa los barrancos laterales, el de Lumos a la diestra, y el del Trucho a siniestra; esto permite tener unas vistas diáfanas de las dos vertientes y del terreno por venir.







Esta primera parte del recorrido, con mucho tobogán de sube y baja, esforzada y rompepiernas, concluye al tomar este camino por la loma divisoria de los barrancos. Es en subida, pero más liviana que lo anterior. En el lado del barranco del Trucho se puede ver la enorme jaula de protección de la pintura rupestre por donde pasaremos a la vuelta, y por encima, más al Norte, los abrigos de roca u oquedades entre las que se halla la otra red metálica del covacho de Arpán.





Vamos por un pasillo entre sabinas, romero, enebros, que más adelante pasa por una zona rocosa con alguna grada muy fácil de superar. Los hitos de piedras sirven para no errar el rumbo. La dirección es evidente hacia la carretera del puerto de San Caprasio, visible delante, aunque la senda se acerca a la cabecera del barranco de los Lumos, incluso lo cruza en un punto con poco caudal y buena vista de su encajonado discurrir hacia el río Vero.







Del sendero parecen salir atajos que tal vez lleven de una manera más directa hasta la carretera, al apartadero de la misma donde arranca el camino al covacho de Arpán. Casi mejor seguir la traza más marcada que empalma con una trocha perpendicular bajo la línea del tendido eléctrico; continuar por la izquierda, en paralelo a la carretera que enseguida nos deja en el asfalto. Todavía se puede atajar otro tramo de carretera por un camino ancho que parte a la izquierda de una pequeña explanada, una especie de cabañera que conecta otra vez con la vía asfaltada. Ahora sí tocan cinco minutos de andada por la carretera, de poco tráfico, para alcanzar un apartadero con numerosos carteles y paneles de información sobre las pinturas rupestres del entorno, con los días y horarios de visita guiada.







Este apartadero al margen de la carretera del puerto de San Caprasio, con tantas indicaciones, es también un sitio a valorar como punto de inicio de la excursión en vez de salir de Alquézar. El camino es ahora una pista que desciende entre carrascas, con balizas de madera de la ruta a las pinturas rupestres. Más abajo se deja el carril por un sendero bien indicado que parte a la derecha, en un tramo suave bajo el follaje de las encinas. Más adelante sale un desvío señalizado al Tozal de la Mallata y al aparcamiento del descenso deportivo del río Vero, junto a la carretera, una zona interesante de recorrer que puede ser objeto de otra excursión. Un bosquete de pinos, y un rápido descenso por terreno rocoso nos deja junto a dos paneles de información sobre las pinturas y el origen del accidentado relieve de Guara.











En la loma rocosa de los paneles de información el camino se divide en dos; primero toca subir la cuesta que en cinco minutos llega a la jaula de protección de las pinturas, donde destaca la figura de un ciervo en tinte rojizo en una de las mejores representaciones del arte levantino del parque de Guara. Este tipo de abrigos suelen estar orientados en solana, por lo que en invierno son lugares propicios para el almuerzo.







Vuelta del covacho rupestre a los paneles de información, donde arranca por la izquierda la continuación de un sedero poco marcado en este tramo. Una serie de hitos de piedra bajan por una ladera rocosa hasta el cauce seco del barranco. Allí la traza del camino es mas clara, entre vegetación de ribera, con alguna pintura de color verde indicando el recorrido. Pronto daremos vista a la enorme jaula de la cueva del Trucho.







Sin entrar dentro, sin llave, es imposible distinguir alguna de las pinturas de la cueva del Trucho; el armatoste de la valla está a cierta distancia de la pared rocosa e impide la visión. La senda prosigue siempre cerca del lecho del barranco, sin agua por lo general, aunque más adelante llega el momento de cruzarlo en un punto donde sí baja algo de caudal.







En la otra orilla, la senda pasa una zona de hierbas altas e inicia una subida entre pinos, uno de los pocos instantes de la ruta con sombra. Estamos cerca de conectar con el cruce de caminos visto a la ida, donde un poste indicador señala las distintas opciones, entre ellas la bajada al barranco de los Lumos que es la alternativa escogida de retorno al puente de Villacantal. Un sendero claro, marcado con hitos de piedra, desciende con rapidez a base de lazadas por un terreno de matorral bajo y gradas de roca.









La senda conecta con el lecho del barranco en un lugar señalizado con un mojón de piedras, no fácil de ver si realizamos la excursión en sentido contrario. Lo normal es encontrar seco el cauce del barranco, mejor así, pues es necesario caminar por el mismo, con algún tramo un poco cerrado de vegetación espinosa, zarzas. El piso es de cantos rodados, típico de barranco, algo laborioso de andar, pero sin opción a pérdida. A destacar varios abrigos naturales en la roca, y un estrechamiento a la salida del barranco cuando empalma con el camino entre Asque y Alquézar, una angostura vertical de apenas metro y medio de anchura, muy espectacular y de paso acuático si lleva caudal.







El regreso a Alquézar consiste en retomar el camino señalizado que desciende al puente de Villacantal, y de allí, tras un reposo conveniente, afrontar con resignación la cuesta de 160 metros de desnivel al collado de San Lucas. Nos esperan las calles de Alquézar y la merecida cervecita o refresco en el bar de turno, salvo en el día de autos que estaba todo cerrado. Esto resto varios puntos a la nota final de la excursión.