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Senderismo Foz de Salinas - La Osqueta por klaus -- 30/03/2017
Jornada: (Una) --
(131 visitas)
  • Zonas: Prepirineo de Jaca — Serrablo — Guara — Riglos,
  • Duración sin descansos: 05:00
  • Meteorología: Sol
  • Dificultad: Muy facil
  • Días: 1
  • Num. Personas: 1
  • Tipo: Senderismo
  • Desnivel de subida: 650 metros
  • Desnivel de bajada: 650 metros
  • Distancia: 15000 metros
  • Agua:
  • Observaciones:
  • Gps: Sin fichero GPS


Foz de Salinas - La Osqueta  
Croquis Sui Generis
Croquis Sui Generis
Excursión por las estribaciones orientales de la Sierra de Santo Domingo, con la oportunidad de visitar uno de los lugares mas pintorescos y fascinantes del prepirineo aragonés. La Foz de Salinas guarda en su interior unos riscos verticales a modo de torreones de un castillo natural, que guardan con celo y vigilan los buitres, amos y señores del paraje. Saliendo de Villalangua, atravesaremos el tajo de la garganta para subir al pueblo abandonado de Salinas el Viejo, donde arranca un itinerario circular a través de pistas y caminos airosos que nos llevarán a a la divisoria de la sierra, atravesada a lo largo por la ralla de la Osqueta. El colofón al recorrido lo puede constituir el vértice geodésico del Fachar, un promontorio rocoso de complicada ascensión, es la segunda vez que lo intento sin éxito, situado cerca del trazado de la ruta. Ya tengo en mente una tercera tentativa a esta modesta montaña, mas que nada para volver a descubrir la belleza de la Foz y su entorno.

DATOS TÉCNICOS:
-inicio, en Villalangua, a 650 metros de altitud.
-duración, sobre las 5 horas en total.
-desnivel, 700 metros de subidas y bajadas.

DESCRIPCIÓN:
pasado el pantano de la Peña en dirección al puerto de Santa Barbara, junto al puente que cruza las aguas del río Asabón, una carretera estrecha pero de buen firme conduce al pueblo de Villalangua. Silencio y calma entre las casas, la mayoría arregladas por sus propietarios, con alguna nave agrícola y campos esparcidos por la ribera del río. Aparcar donde el coche no moleste, como por ejemplo en frente del alojamiento rural de la Posada de Villalangua, de presumible buena estancia vacacional, en una pista de tierra con un cartel sobre otra de las posibles rutas del entorno, la vuelta a las Pardinas. Cerca de la iglesia, baja una calle cementada con indicadores del camino PR, de pequeño recorrido, hacia la Foz y al pueblo de Aguero situado en la otra vertiente de la sierra. Un puente salva las aguas del Asabón mientras un panel describe los senderos de la zona.

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Enlazamos con una pista ancha que encara de frente hacia los paredones de la sierra, entre campos de labor y huertos, pasando cerca de una granja con sus cabañas y cercados. Mas adelante, el carril vadea las aguas del torrente que baja por la Foz gracias a un vado hormigonado, hasta llegar al desvío señalizado del PR, a los pies de un roble imperial. Curiosa resulta la ladera erosionada de margas, en la otra orilla del barranco.

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Durante el tramo inicial de la ruta, por dentro de la Foz y hasta el Salinas el Viejo, aparecen unos paneles de madera describiendo la flora y fauna del lugar, junto a otros aspectos de interés para el entendimiento del caminante. La senda se dirige de frente al portal de entrada a la Foz, enmarcado por los farallones altivos de la sierra, entre una vegetación musgosa que habita bajo los quejigos.

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En la distancia, las proporciones de la Foz no parecen tan imponentes como se aprecia estando en la base de las paredes. Allí, junto a un puente que cruza el lecho del torrente, el tajo vertical adquiere su verdadera dimensión y obliga a estirar el cuello hacia las alturas del cielo. La senda asciende por la otra orilla, llegando pronto a un cruce señalizado con el camino procedente de Salinas.

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Por muchas veces que hayas pasado bajo los acantilados de la Foz, siempre asombra ver el conjunto de pináculos airosos y rallas como los arbotantes de una catedral que atraviesan cortantes las laderas inclinadas de la garganta. Un castillo de roca que resulta difícil de enmarcar en una imagen o abarcar con la mirada.

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El paso de una acequía apenas visible no empobrece el aspecto natural y salvaje del rincón, con los tonos naranja de las paredes que sirven de refugio y hogar a las familias de buitres, siempre oteando el panorama sobre el filo de los crestones.

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Una cascada de estela fluctuante según la estación del año viene a sumarse a la espectacularidad de la Foz. Es la cascada de la Tosca, que como bien indica un panel, se forma por la disolución de la roca caliza formando una superficie esponjosa sobre la que se adhiere el musgo y plantas amantes de la humedad. La piedra resultante es fácil de manejar, maleable para la construcción de arcos, bóvedas o pasadizos. Un puente cruza el torrente de la cascada en un rincón sugerente y fotogénico con las luz suave de la mañana.

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Las cuestas del sendero por el interior de la Foz parecen livianas y un paseo ante los encantos naturales del paraje. Ciento y un paradas a fin de disfrutar de las vistas y de una flora curiosa adaptada a vivir entre las fisuras de la roca, como la Corona del Rey o la Oreja de Onso.

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El camino deja atrás el ámbito de la Foz y sube hacia los restos de Salinas el Viejo. Un paramento de maderos afianza un deslizamiento en el terraplén del sendero, para luego ascender entre tapiales y en compañía de quejigos. Del núcleo originario del actual Salinas, quedan un conjunto de bordas en ruina desperdigadas por los campos del entorno, ahora invadidos de maleza, y sobre todo la nave de al antigua iglesia de estilo gótico. El acceso a su interior está desbrozado de matorral, porque en ocasiones pasadas la lucha con los espinos impedía la visita. Destacan entre los cascotes y escombros, la bóveda de crucería con sus nervaduras cruzándose en lo alto, y un escudo nobiliario de gran tamaño y bien conservado que ignoro a qué casa o infanzón pertenece. La iglesia tiene un volumen considerable que sorprende al verla aislada en medio de la vegetación reinante. Con toda seguridad, también acabará por derrumbarse si no se ponen remedios; los boquetes abiertos en la techumbre no invitan a permanecer mucho en el interior.

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Desde el exterior de la iglesia ya se distingue el collado de la Osqueta, con su singular forma de W por el que pasaremos a la vuelta para completar el recorrido circular que empieza ahora. Se debe seguir un rato por la traza del PR, balizas, hasta sobrepasar la fachada ruinosa de un par de bordas. Justo después, sale por la izquierda una vereda poco evidente entre el matorral, aunque en este día un par de mojones de piedras señalaban el desvío.

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La difusa traza del camino enseguida se torna clara y bien marcada sobre el terreno. Tuerce a la izquierda y marcha en paralelo, metros por debajo, de una pista que de seguro intuimos por el corte de la ladera superior. El sendero pasa junto a unas encinas de gran porte y termina por desaparecer entre la maleza de bojes. Es cuestión de salvar el talud que nos separa de la pista, cuatro o cinco metros de pelea con el matorral para salir de inmediato al carril.

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Viene ahora el tramo largo de la jornada de andar por la pista, un carril que recorre la sierra de Santo Domingo y nos va a conducir hasta el Portillo del Achar o de Salinas. Será una hora de trayecto tranquilo entre el pinar, con las hepáticas floreciendo en este día primaveral sobre las márgenes de la pista, y vistas ocasionales al Pirineo occidental en el momento de tomar las curvas cerradas. No hay atajos factibles al carril, salvo en la primera lazada a derechas que es posible acortar por una ladera e pinchudas aliagas.

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Por esta vertiente norte de la sierra de Santo Domingo, el pinar gana en espesura conforme se cobra altura. La intención original era buscar una manera de ascender al vértice del Fachar. Ya había probado en otra ocasión, como indica alguna página web especializada en montaña, una incursión por dentro del pinar desde la última recta de ascenso al collado, como vía de acceso al pico, y por allí me interné. Creedme que va a ser la última vez y no habrá una tercera. Hay un tenue sendero que pronto desaparece entre una vegetación cerrada y sin apenas referencias. No merece la pena meterse por estos berenjenales, al menos para el gusto de quien sus escribe. Mejor seguir hasta sobrepasar el portillo de la sierra, con paisaje abierto hacia la vertiente de Aguero, y fijarse en una trocha que sale en perpendicular a la primera curva cerrada de la pista.

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No voy a describir mis avatares por el cordal del Fachar porque no llegué a completar el ascenso. Resumiendo: la vereda termina un poco más allá y gane la cresta fuera de camino por una ladera empinada. Él avance por la divisoria no resulta en exceso complicado hasta ganar una primera cota con mojón limítrofe. Luego se desciende a un collado intermedio hasta la base de los escarpes del Fachar. Allí no investigué demasiado sobre la manera de soslayar la cerrada vegetación para subir al vértice. Queda para otra intentona en el futuro.

La pista, dejado atrás el primer giro cerrado, traza una larga recta hasta la siguiente curva. Atender a unas pinturas de color amarillo que marcan la salida el camino, abandonando el carril para dirigirse en bajada por un vallejo secundario.

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Ahora vamos por un terreno de antiguos campos aterrazados donde el matorral campa a sus anchas. Una bajada suave en la que se marcan distintas líneas en paralelo para el avance, aunque las pinturas amarillas e hitos flanquean el crestón de la Ralla por la derecha. Antes, se recomienda acercarse hasta una campera situada en un escalón superior, a la izquierda del espolón rocoso. Buen lugar para el almuerzo junto a una cabaña en ruinas.

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En el lado norte del prado de la borda, una subida asequible y corta lleva a un alto de vista despejada al Pirineo. Un panorama amplio que puede sustituir al del Vértice del Fachar por si no hemos podido subir hasta él. También se divisa la placa tumbada de la cresta de la Ralla cual espina dorsal, con el Pico de Sousa en su otro extremo. Las dos cotas del Fachar, antecima y vértice se distinguen con claridad al oeste desde la llanura el prado.

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Tras el momento de repos y de recrear la mirada con el paisaje, vuelta a tomar el sendero principal que acomete uno de los tramos mas vistosos de la ruta. Siempre pegados a la muralla de la Ralla, una cornisa estrecha pero segura avanza bajo la pared vertical mientras ofrece una vista al terreno poblado de bosques de la vertiente sur.

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Una delicia de paseo por la repisa del farallón vertical, donde habitan flores rupícolas amantes del Sol y que sólo requieren de una fisura o grieta para sobrevivir.

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Viendo cómo la pista discurre bajo nuestra cornisa en dirección a la pradera de los Corrales de la Rabosera, se alcanza el Portillo de la W con un poste que señala hacia Fuencalderas y Biel por el camino traído. El pasillo bajo la muralla parece continuar por el otro lado, en subida hacia el pico y el refugio de vigilancia de Sousa, pero en realidad la senda pronto abandona la pared con intención de bajar a los prados de Rabosera, en la travesía hacia el pueblo de Aguero. Asomarse a una grieta al este del collado para disfrutar del paisaje al Pirineo y al entorno de la Foz de Salinas.

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Queda el tramo final hasta Salinas el Viejo para cerrar el trayecto circular, por un camino de buena traza que discurre por la umbría del pinar y sotobosque de bojes. Alguna pintura desgastada del PR marca la senda aunque no hay posibilidad de error durante la bajada.

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Fuera del bosque surgen los campos abandonados por la gente de Salinas cuando emigraron al actual pueblo. Unas terrazas invadidas de maleza, con tapiales y bordas esparcidos por doquier. La vista agradecida a la torre de la iglesia y a los escarpes de la Foz, sirven de decorado al almuerzo sobre la hierba que ya es primavera y el tiempo invita al solaz.

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El torrente que riega los campos de la ladera señala la llegada inminente a la torre de Salinas. Sólo resta la bajada por la espectacular Foz, de la que servidor siempre queda prendado por mucho que la haya frecuentado, para rematar esta amena ruta por los parajes de la Sierra de Santo Domingo.

Dejo unas cuantas fotos como colofón del reportaje, a fin de mostrar un poco de la belleza de la Foz cuando las nieblas, en invierno, sumergen el valle bajo un mar blanco.

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