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Senderismo Oto - Serrato de Yosa por klaus -- 12/01/2017
Jornada: (Una) -- (102 visitas)
Jornada: (Una) -- (102 visitas)
- Zonas: Ordesa — Monte Perdido — Pineta,
- Duración sin descansos: 04:30
- Meteorología: Sol
- Dificultad: Muy facil
- Días: 1
- Num. Personas: 1
- Tipo: Senderismo
- Desnivel de subida: 750 metros
- Desnivel de bajada: 750 metros
- Distancia: 11600 metros
- Agua:
- Observaciones:
- Gps: Sin fichero GPS
Oto - Serrato de Yosa
Excursión circular con salida en el pueblo oscense de Oto para pasar un día tranquilo de monte, en un ambiente natural variado, con tramos de bosque, disfrutando de un paseo por una cordal de vista espléndida a las montañas del Pirineo, y conociendo uno de los muchas aldeas deshabitadas de Huesca. Gracias a un tramo del camino GR-15 subiremos al pueblo de Yosa por la cuenca del barranco de la Glera Moscán, para luego ascender al conocido como Serrato de Yosa, una cuerda alargada que se desprende del Pelopín y cuyo recorrido depara un panorama magnífico hacia Ordesa y la sierra Tendeñera. El regreso se lleva a término por senderos de PR bien señalizados que cortan muchas veces a las pistas de uso ganadero. El trayecto, si se desea prolongar la jornada, admite interesantes suplementos.
DATOS TÉCNICOS:
-inicio, Oto a 920 metros de altitud.
-duración, unas 4:30h en total.
-desnivel, 750 metros.
-Serrato de Yosa, a 1600m.
DESCRIPCIÓN
el auto lo podemos dejar junto a un hotel restaurante a la entrada del pueblo, ya que allí desemboca el camino de bajada por el Serrato de Yosa. La visita a Oto forma parte indispensable de la ruta, un paseo tranquilo para descubrir sus casas de arquitectura recia y tradicional, de piedra y tejado de pizarra, además de la iglesia de San Saturnino y de la antigua cárcel del pueblo, ambas luciendo torres de bella factura. Hemos de atravesar Oto y buscar la pista que desciende al camping, para en una curva cerrada a izquierdas tomar el sendero del GR-15. Un poste señala la dirección hacia Yosa en una hora y media bien ponderada de trayecto.
Al comienzo la senda llanea entre los campos de pasto de Oto, entre tapiales de piedras y una granja con sus naves que dejamos a mano izquierda. Allí pastaban las vacas y los terneros en esta apacible mañana de primeros de Enero, con los rayos del Sol iluminando las montañas nevadas del fondo.
El piso del camino puede estar abonado con el fango y ciemo que las reses dejan a su paso, debiendo cruzar varias cancelas de cierre ganadero. El empedrado y los muros de protección de la senda añaden belleza a este tramo inicial del recorrido.
Una borda solitaria en mitad de un campo, de aspecto cuidado y limpia, invita a realizar una parada con ánimo de otear el paisaje de sierras que se despliega a nuestra espalda, quedando el pueblo de Oto en la depresión de valle. Por delante se abre una extensa masa forestal que cubre las laderas en la cabecera del barranco de la Glera Moscán. Aparte de las típicas pinturas del GR, rojas y blancas, también aparecen otras con una placa del camino sobrarbés de Santiago.
Esta margen izquierda del barranco de la Glera presenta una exposición sur, de solanera, que favorece el crecimiento de especies menos abrigadas como el quejigo o el pinar. Hay tramos de mayor umbría y frescura en el momento de vadear los torrentes que se descuelgan por la ladera, y allí habitan otras especies como el sauce o los tilos, el musgo viste el tronco de los bojes y resulta una delicia detenerse, escuchar el rumor del agua y al viento mecer las hojas de los árboles.
Después de cruzar un torrente por el que este día bajaba un reguero de agua, en un recodo del camino, la pendiente aumenta en el siguiente tramo de subida al pueblo de Yosa. Una cuesta sostenida que gana altura mediante cortas lazadas, por un suelo empedrado y tapiales de piedras que alivian un tanto de los sudores del repecho. Varias partes de los muros se han derrumbado sobre la anchura de la senda, sin que el percance resté un mínimo de encanto al camino de entrada a Yosa.
El abandono de los pueblos de montaña se explica en parte por el aislamiento de su situación geográfica, como es el caso de Yosa si lo comparamos con otras localidades de su entorno, como Oto o Buesa, cómodamente instaladas en la ribera de los ríos o en la falda de la montaña, y en todo caso, con acceso asfaltado por la carretera. En los últimos años se ve una tendencia por rehabilitar casas de pueblos deshabitados, por iniciativa de nuevos moradores o con el deseo de los viejos propietarios de devolver vida a los hogares de sus antepasados. Una labor encomiable y beneficiosa que necesita de una inversión y de tener un acceso rodado al pueblo, para transportar el material que las obras requieren. A Yosa se llega por buenos caminos o carriles en estado precario, y la vida cotidiana en el pueblo sería difícil y en condiciones precarias. Ahora las casas espaldadas y los tejados derrumbados sólo ven pasar a aficionados al senderismo, y Yosa se muestra cada vez más como una reliquia del pasado.
Alguna de las casas del pueblo se ha reconvertido en muladar para el ganado, mientras las restantes se desparraman por la ladera entre la maleza reinante. Mención especial para la pared solitaria de lo que fuera la iglesia de Yosa, que aguanta milagrosamente en pie como estandarte de la aldea a la espera de una caída inevitable.
La sensación de tristeza y soledad que transmiten estos pueblos abandonados no impide notar cómo la Naturaleza se apropia de ladrillos, ventanas, dinteles, fachadas, mezclándolas con espinos, zarzas y saucos, en una simbiosis espontánea de lo vegetal y lo humano que reconforta al mostrar de dónde venimos y a dónde volveremos. El GR-15, ajeno a estas cuitas, atraviesa el pueblo hasta su parte alta, de allí continúa su trayecto a la zona del Sobrepuerto, subiendo al puerto de Yosa para luego descender al pueblo de Otal.
En las inmediaciones de Yosa destaca el paisaje armonioso de bancales aterrazados, en un sacarle el provecho agrícola a un terreno inclinado y áspero, similar al que se puede ver en otros pueblos cercanos como Otal o Anielle. El decorado de montañas de Ordesa, Monte Perdido, Marboré, aporta grandeza y majestad al conjunto.
Largos tapiales flanquean el camino que sale de Yosa, siempre indicado por las pinturas rojas y blancas del GR-15. Un ascenso continuado que alterna tramos despejados entre matorral de erizón, y breves pasos bajo la sombra del pinar.
El ascenso no confiere un momento de repós por una ladera en la que desaparece el arbolado al cobrar altura. Una alfombra compacta de erizones y boj cubre el terreno, y el sendero describe una sucesión de lazadas que amplían la vista del Pirineo. También asoma la franja herbosa del Serrato de Yosa, el lomo por donde bajaremos de vuelta a Oto.
El ancho trazado del GR-15 accede a la loma divisoria del Serrato. Allí se alza un poste indicador para señalar la continuación del GR al puerto de Yosa, y el PR que vamos a tomar de vuelta a través del amplio cordal. Quien ande con ganas de prolongar la excursión, tiene la oportunidad de ascender al cercano Pelopín por el camino del Puerto o bien remontando el empinado contrafuerte del pico. Contar con hora y media más de trayecto o dos horas, sumando 400 metros más al desnivel acumulado.
De no haber estado nunca en la cima del Pelopín, y siempre que el día acompañe con cielos azules, la visita al pico resulta muy apetecible. Si a cambio queremos una jornada mas corta y de menor esfuerzo, las vistas desde la intersección de caminos regalan un panorama satisfactorio para cualquier montañero.
El recorrido de bajada por el ancho lomo es un recreo visual de postales pirenaicas.
Pronto se dibujan las rodadas de un carril en el hombro del Serrato de Yosa. Es el final de la pista que sale de Oto y emplean los ganaderos de la zona para vigilar su ganado, rebaños de vacas que suelen frecuentar los pastos en estío. En un rellano de la loma sale el desvío señalizado hacia el pueblo de Linás de Broto.
Junto al poste indicador que marca el descenso a Linás por Buchosa, sale una trocha en bajada por la otra vertiente y en dirección al pueblo de Yosa. Seguimos un corto trecho por la pista hasta ver cómo las pinturas del PR se desvían por la izquierda, a fin de progresar por la misma divisoria y disfrutar del panorama al Norte.
Tras un corto repecho, la senda inicia un descenso que no cesará hasta la entrada en Oto. Serán muchas las ocasiones en las que el sendero corta a la pista, en cruces señalizados con pinturas y mojones de piedras. El PR pasa al lado de una cabaña pastoril con techumbre de ramas, bastante precaria en caso de tormenta inesperada. En este día la loma aparecía cubierta por el ramaje de los quejigos, con la leña esparcida en el suelo a causa de una poda intensiva. Es de esperar su pronta desaparición en la temporada seca del verano, con objetivo de eludir los peligros de un incendio.
El camino desciende junto al borde superior del pinar, un bosque que se descuelga por la cara norte de la sierra y alberga otras especies, como unos acebos de gran porte luciendo ramilletes de frutos rojos en contraste con el lustroso verdor de las hojas.
Se alcanza el desvío señalizado de bajada a Fragén, mientras nuestro PR empalma metros por delante con la pista. Antes de esta conexión resulta aconsejable subir al siguiente promontorio de la divisoria, sin traza de sendero pero en una cuesta sencilla y rápida. Hay, o había en este día, un palo metido dentro de un mojón de roca como señal de este otero de visión frontal al pueblo de Fragén, a toda la vertiente oriental del puerto de Cotefablo con Linás de Broto a un lado y la muralla de Mondarruego en la entrada al cañón de Ordesa hacia oriente.
De vuelta a la pista y tras andar un corto trecho por la misma, sale el primero de los muchos atajos que atraviesan el carril en el siguiente tramo. Todos los cruces se hallan bien indicados por las marcas de pintura e hitos de piedras. La bajada seguía estando marcada por la gran cantidad de quejigos talados y esparcidos por la ladera.
Nuestra sendero enlaza con el camino que une Fragén con Oto, en una intersección señalizada que tomamos en descenso entre tapiales y campos de hierba. El pinar de estas partes bajas de la montaña aloja a un invitado poco deseable, la planta del muérdago que se aprovecha de los nutrientes y el agua que con tanto trabajo obtiene su anfitrión, sin contraprestación alguna para el árbol, aunque tenga provecho para los humanos: incita a darse un beso al pasar bajo sus hojas y tiene propiedades curativas y paliativas para un número gran de padecimientos.
En uno de los cruces pisteros, la senda del PR deja de lado una instalación de antenas que pareciera tener un amplio paisaje del entorno, pero a la que no merece la pena acercarse porque la fronda del pinar oculta las vistas. Tapiales en el lindero del camino con las eras del pueblo de Oto serán los protagonistas en esta parte final de la excursión.
Una serie de zetas con el suelo hermosamente empedrado, nos hacen perder altura con rapidez a la vez que regalan postales del pueblo de Oto, con sus dos torres alzadas sobre el conjunto urbano de techos de pizarra. Se pasará junto a una fuente abrevadero que puede encharcar el piso del camino.
El depósito de agua de la población marca el acabose de la ruta, llegando a la carretera de entrada a Oto mientras sale por la izquierda el camino de unión con Broto. Damos así por acabada una jornada montañera por los vías tradicionales de comunicación entre los pueblos de esta zona del sobrabe aragonés.