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Senderismo Refugio de Buenavista por klaus -- 21/08/2015
Jornada: (Una) --
(4443 visitas)
  • Zonas: ,
  • Duración sin descansos: 06:00
  • Meteorología: Sol
  • Dificultad: Facil
  • Días: 1
  • Num. Personas: 1
  • Tipo: Senderismo
  • Desnivel de subida: 960 metros
  • Desnivel de bajada: 960 metros
  • Distancia: 15000.0 metros
  • Agua:
  • Observaciones:
  • Gps: Sin fichero GPS


Refugio de Buenavista  
Klaus and Company
Klaus and Company
El entorno de Canfranc Estación presenta un conjunto envidiable de senderos para el esparcimiento montañero. Una variedad de recorridos que permiten planificar la excursión a nuestro gusto, siempre por caminos bien indicados y con la posibilidad de hacer un sinfín de rutas circulares. A fin de tener los datos necesarios para planificar la salida, la página web senderos de Canfranc pone a nuestra disposición un listado de itinerarios con mapas muy útiles de sencilla descarga; unos preparativos que son recomendables para andar seguro sobre el terreno y no dudar a la hora de escoger entre las muchas posibilidades. Aunque la vertiente de la Olla de Estiviellas merece capítulo aparte y dedicación exclusiva, en este caso andaremos por la margen izquierda del río Aragón, por las inclinadas laderas que descienden de la Moleta y de los picos de Iserías, teniendo por objetivo principal el arreglado refugio de Buenavista, a 2130 metros de altitud. La ruta es circular, con un ambiente forestal que en nada desmerece a los bosques de la vertiente francesa, con la oportunidad de ver y caminar sobre las obras de ingeniería del siglo pasado como son el Carretón y los diques contra avalanchas, y disfrutando de un paisaje amplio hacia el pirineo occidental aragonés.

DATOS TÉCNICOS:
-inicio, Canfranc estación, a 1190 metros de altitud.
-desnivel, sobre los 960 metros de subida y bajada.
-duración, de 6 a 6 horas y media, en total.
-Refugio de Buenavista, a 2130m.

DESCRIPCIÓN:
es aconsejable dejar el auto a la entrada de Canfranc estación, hay un aparcamiento justo en frente del cuartel de la guardia civil, bajo un bloque de apartamentos. Calzadas las botas y puesta la mochila, retrocedemos por la acera de la carretera hasta la central hidroeléctrica de Ip donde un puente de barandas azules salva las aguas del río Aragón. Al otro lado se levanta el flamante edificio de control del túnel fronterizo.

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Desde el principio aparecen muchas indicaciones de los diferentes caminos que tenemos para nuestro disfrute. En este arranque por la pista destaca una presencia numerosa de arces mientras se cruza por vez primera la tubería de conducción y su canal de aguas aledaño. Poco más adelante viene una bifurcación en la que dejamos el ramal de la izquierda hacia el paseo de los Melancólicos para continuar a Picauvé y la Casita Blanca. Aquí se esconden varios bunkers de la línea P de Pirineos, construidos a mediados del siglo pasado por miedo ante una posible invasión francesa que a fecha de hoy todavía no se ha producido. Reconforta ver cómo su empleo actual está mas relacionado con una atracción turística que con actividades bélicas; además a los aragoneses nos basta con pillar un par de zaborros y...

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Volvemos a cruzar la tubería y en la siguiente curva la pista deja a la derecha un edificio voluminoso que tendrá alguna función dentro del mecanismo hidráulico de la central. Pronto aparece el siguiente desvío, bien indicado como va a ser la costumbre, por un sendero que parte a la derecha hacia varios lugares, entre ellos al refugio de Buenavista en 3 horas de subida. Lo seguimos.

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Todos los caminos siguen una regla común: se adaptan al terreno, y las inclinadas laderas que descienden hacia Canfranc estación obligan a nuestro sendero a trazar una sucesión interminable de lazadas. De esta manera la pendiente se hace mas llevadera y la subida menos cansada. Curva va, curva viene, por el interior de un bosque con abetos de alto fuste y pinos albares, acompañados por una variedad de especies muy amplia en la surgen acebos, mostajos, algún tilo, y hasta tejos. Una umbría habitual en este sendero que se aproxima a la tubería y a un raíl que servía para transportar el material cargado en vagonetas.

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Cuando el espeso follaje del bosque lo permite se abre el paisaje hacia la estación de Canfranc, al monte de la Raca y la entrada a la Canal Roya. La senda mantiene la constante de subir a base de cortas zetas, en una zona donde predominan los abetos de gran porte y en la que resulta extraño ver artefactos de ingeniería metálica en un ambiente forestal tan auténtico. Cables de tendido eléctrico, torretas de tensión, la tubería de hierro, viejas construcciones, son anomalías introducidas en el bosque.

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La tubería que mas abajo hemos cruzado en un par de ocasiones es una obra paralela al verdadero carretón. Éste aparece de improviso en un giro del camino apoyándose en un plano inclinado de cemento.La tubería cuan larga es se estira hacia arriba en una recta de la que no se ve el fin, cobrando altura con una rapidez muy distinta a lo despacio que avanza nuestro camino por dentro del bosque. Si el sistema funcionara, montados en una vagoneta sobre los raíles, sería tan fácil como darle a la manivela y subir sin ningún esfuerzo. A esa ideica están dando vueltas las autoridades y próceres de la zona, con un proyecto en ciernes de montar un funicular que efectuará viajes turísticos desde Canfranc al final del Carretón. Las posibilidades son inmensas. A un precio módico de ida y vuelta, niños y mayores podrían comprar unas fichas y subir en una cabina con forma de vagoneta minera, para luego arriba hacer trasbordo en un tren de la bruja que por la falda de la Moleta les llevará panorámicamente hasta la canal de Izás donde montarían en un telesilla que les llevará a esquiar a las pistas de Formigal, y a base de deslizarse por la nieve acabarían de vuelta en Candanchú con idea de tomar el tren de alta velocidad de la travesía central del Pirineo y estar en Oloron a la hora de cenar, a las siete de la tarde.

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El uso de las aguas de montaña como energía eléctrica marca el paisaje, pero también lo transforma el miedo al crudo invierno y a sus riesgos, las avalanchas. Las inclinadas vertientes que se precipitan a Canfranc Estación representan un tobogán para que la nieve se deslice rápida en forma de alud. Gracias al sistema de diques y muros de piedra situados en el lecho de un torrente o de un barranco se logra contener la fuerza devastadora de la avalancha, dispersa su avance en otras trayectorias menos consistentes al golpear una y otra vez contra los muros durante la caída, y por último termina por desvanecerse en la muralla de resistencia definitiva, el bosque. Nuestro sendero pasará en adelante cerca de esos diques construidos el siglo pasado, andando en muchas ocasiones por su borde superior. Así veremos el primero de estos muretes sobre un barranco que queda a nuestra izquierda, mientras el sendero continúa la subida a base de cortas lazadas.

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En esta parte de la subida hay un corto tramo de mayor inclinación, pero en general la pendiente es constante y llevadera durante todo el recorrido. La senda se aproxima en varias ocasiones al carretón y en una de esas curvas lo cruza por debajo gracias a un corto túnel excavado en la roca.

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Al otro lado de la tubería se mantiene la tónica de subida mediante zig zags, bajo la sombra del bosque donde ahora el abeto es sustituido por un miembro de su familia, las píceas o abetes royos. Son los árboles que predominan en esta parte de la ruta que está señalizada con pinturas de color blanco sobre los troncos; al parecer se quedaron sin tinta amarilla para dibujar las dos franjas horizontales clásicas de un PR. Es posible observar algún alerce entre la fronda verde.

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El ambiente forestal es mas propio de la vertiente atlántica del Pirineo, y a veces da la sensación de estar caminando por un bosque nórdico, denso y oscuro. Por suerte o por desgracia, la tubería del carretón nos devuelve a la civilización y se llega a un cruce de caminos bien señalizado. La ruta propuesta sigue por la izquierda y cruza al otro lado de la tubería gracias a un nuevo túnel. La alternativa de la derecha sube hasta el final del carretón y es del todo recomendable ya que arriba un camino en horizontal de grandes vistas conduce también a nuestro destino: el refugio de Buenavista. Las dos opciones son válidas, interesantes, se comunican y unen al final, y dependerá del gusto del caminante escoger la visita a la estación superior del carretón o cruzar la tubería y hacer una parada ligera junto a la caseta de las Grasas.

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La caseta de las Grasas está abierta y su interior sucio y descuidado, al menos en este mes de agosto del 2015. La senda penetra de nuevo en el interior del bosque con un matorral extenso de helechos cubriendo el terreno. Más arriba salimos fuera del arbolado cruzando un canal vertical que baja de la estación superior del Carretón. Es un llaneo suave que se agradece tras la subida sostenida, con apertura de paisaje hacia las estribaciones del macizo del Aspe. El barranco de Samán aparece a nuestra derecha, atravesado por numeroso diques contra avalanchas formando terrazas horizontales sobre su lecho. Lo cruzamos, en esta época veraniega sin agua, para continuar la subida por dentro del bosque de abetes.

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Un poste indicador a la vera del camino señala el arranque de la travesía por el barranco de Epifanio, una manera de acortar la excursión sin subir a las alturas del refugio de Buenavista y buena opción por si vamos con poco tiempo o fuerzas justas. El ascenso al refugio transcurre por una ladera de tasca alpina sin sombra, y mediante una serie de amplias lazadas que parecen no tener fin. Plantas de tallo alto jalonan el sendero que en un extremo de las curvas se acerca a los muros de contención del barranco de Samán, y en el otro al bosque de pino negro.

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Puede ser un poco desesperante la parsimonia con que el sendero se toma la ladera, con una interminable ristra de lazadas de poca pendiente y mucha largura que hacen la subida lenta y monótona. Si alguien quiere escapar del mareante camino, a la mitad salé un desvío señalizado por un cartel hacia el final del Carretón; esta senda se aleja del ya cercano refugio de Buenavista pero ofrece la posibilidad de variar el itinerario previsto, que ahora afronta una mayor pendiente y se eleva por encima de los muretes laterales del barranco de Epifanio, usando su borde superior como traza del camino. Sorprende la cantidad de matas de cardo azul que habitan en estos lares.

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Cerca de llegar al refugio de Buenavista se conecta de manera casi imperceptible con el camino procedente de la estación final del Carretón. Sucede en una curva que nuestro sendero de pequeño recorrido traza a la izquierda, marcada con una pintura amarilla y blanca, mientras algún hito de piedras señaliza el desvío a derechas hacia el Carretón. Así se marca en la pared de piedra del refugio con unas tablillas de madera. Su interior, abierto, está limpio y es espacioso, con una techumbre de maderos de reciente factura y unas literas para echarse un sueño.

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Lo mejor del refugio es su nombre, su buenavista. Un saliente rocoso situado delante del edificio, con tronco donde asentarse, ofrece un panorama a la altura de muchas cumbres. Para empezar, Canfranc estación queda 1000 metros por debajo en casi caída libre.

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En frente la Olla de Estiviellas al resguardo de la muralla de los Lecherines, el pico de la Garganta de Borau, y el Aspe.

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Al Norte, Candanchú, el puerto del Somport, y montañas tan conocidas como el Anie o el Petrechema.

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y el final del Carretón.

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Desde el inicio en Canfranc estación hasta el refugio cuesta en torno a las 3 horas de subida y los 1000 metros de desnivel. Esfuerzo merecedor de un almuerzo contundente y de un reposo panorámico. El lugar invita a ello, pero sin dormirse en los laureles que todavía falta la segunda parte de la jornada. Un cartel en la pared del refugio señala la dirección a la fuente Elvira, siempre acompañados por las marcas de pintura del PR. Comienza con una corta bajada y luego llanea por encima del paramento de obra de un largo dique de contención.

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En este tramo horizontal es donde mejor se aprecia la disposición de los muros anti-avalanchas por la pendiente de la ladera, en una transformación del paisaje que tiene cierta semejanza con las antiguas obras de la cultura inca.

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El camino se alarga hacia el Norte en una larga recta con vista magnífica al alto valle del río Aragón. En la fuente Elvira, construida en uno de los muros de piedra, siempre tenemos la oportunidad de rellenar la cantimplora porque mana agua todos los meses del año.

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El camino deja atrás la fuente Elvira pasando al lado o por encima de los muros defensivos. En alguno de ellos se puede leer en una placa su fecha de construcción, años de 1945 y 1946. Al ir perdiendo altura el bosque gana en presencia con ejemplares de pino negro y abete royo. Las zetas del camino no cesan en un trazado claro pero muy revirado.

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Así llegamos a la conexión con la travesía del barranco de Epifanio, que habíamos visto durante la subida al refugio de Buenavista. Nuevas lazadas en descenso hasta la próxima parada, el destartalado refugio del Vasco, en estado ruinoso y sin techumbre. A cambio ofrece buen paisaje hacia el macizo del Aspe y a las inclinadas laderas del barranco de Epifanio, viendo también a su derecha el cerro de Buenavista.

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Un poco mas abajo del refugio, un poste indicador marca la bifurcación entre el sendero hacia Picauvé en dos horas y el nuestro a la Caseta de la Cueva por los 20 muretes. El camino serpentea por el borde superior de los muros de piedra, y su estrechez obliga a andar con precaución. La pendiente en bajada aumenta al sortear los primeros muretes en zig-zag y antes de entrar en la encajonada canal que es una de las partes mas atractivas de la presente ruta.

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Los 20 muretes se escalonan por la estrecha canal que descendemos a base de cortas lazadas. Es asombroso ver cómo el tronco de los pinos sale del interior de la pared de mampostería demostrando su adaptabilidad al medio, en este caso humano. Algunos ejemplares muestran sus poderosas raíces al exterior que les permiten aguantar de pie y brotar de rincones tan inverosímiles como los muretes.

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Desde la base de los muretes hasta la caseta de la cueva queda un tramo mas largo de lo esperado, como no, a base de lazadas que alternan partes de bosque y otras mas abiertas por una ladera de hierbas altas. El sendero se acerca al barranco del Epifanio y a sus diques de contención, una garganta vertical y escarpada en la que ven los efectos producidos por el arrastre de antiguas avalanchas o riadas, ramas y troncos de pino esparcidos por su lecho. En una de las curvas pasamos al lado de uno de los diques, de paisaje abierto sobre Canfranc, y con una espectacular plantación de Epilobium angostifolium, de tallo alto y vistosas flores malvas.

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En este tramo comprendido entre los 20 muretes y la caseta de la Cueva, tenemos la suerte de observar mucha azucena, una de las plantas con floración mas espectacular del Pirineo y difícil de encontrar; lástima que el bulbo que contiene la flor estuviera cerrado y seguramente no se vuelva a abrir hasta la temporada siguiente o tal vez lo haga en las próximas semanas.

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Antes de llegar a la caseta de la Cueva nos espera una sorpresa en forma de largo túnel picado en la roca, con una apertura lateral sin salida pero que aporta la luz necesaria para no andar a ciegas por el interior.

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La caseta de la Cueva necesita de una limpieza en su interior, llena de escombros, a cambio el exterior tiene mucho atractivo al estar protegida bajo un saliente rocoso, con un merendero aledaño al que este día no saque foto por estar ocupado (la imagen que muestro corresponde a tres años atrás y la mesa ha mejorado bastante), y un paisaje abierto hacia la muralla de Tortiellas.

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Las zetas y los muros de obra siguen marcando el camino en la lenta bajada por el interior del bosque, donde ahora las hayas se suman a los acostumbrados pino y abeto. En la siguiente bifurcación del camino cualquiera de los desvíos es bueno para alcanzar el próximo destino, la casita blanca; tal vez sea mas corto el que baja por la izquierda pero aquí se ofrece la otra alternativa en dirección a Picauve. Por este lado enseguida se cruza el tercer dique sobre el barranco de Cargates, de vista despejada como sucede en la mayoría de estos miradores improvisados.

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El sendero, en vez de bajar directo a la Casita blanca como hace el otro, se estira hacia el Norte bajo el exuberante follaje del arbolado. En un tronco hay una cinta atada a fin de asegurar un paso algo estrecho, sin mayor problema. Tras una serie de lazadas, y van tropecientas, se alcanza el desvío indicado al segundo dique-mirador sobre el barranco de Cargates, cuya visita alarga la ruta y es opcional según las ganas y el cansancio. Aquí se prosigue por el PR, sin idas y vueltas añadidas, hasta otro cruce que señala a la fuente de los Ingenieros y la pista de Picauvé.

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Antes de la fuente del Ingeniero y muy próxima al camino se encuentra en un rincón apacible del bosque otra fuente, la del Chorrillo del Concejal, con banco de piedra y un chorro de agua permanente. Mejor abrevar aquí que no en la del Ingeniero pues esta última tiene un estanque de obra sin chorrillo excelentísimo.

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De la zona de las fuentes a la conexión con la pista de Picauvé falta un corto trecho en el que dejamos otro desvío al primer dique-mirador de Cargates.

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Al empalmar con la pista la tomamos a mano izquierda, en la otra dirección se sube hacia la pradera de Picauvé. Tras un par de curvas, y el cruce del barranco canalizado de Cargates, se llega a la unión con el sendero que habíamos dejado mas arriba, poste indicador, junto a la Casita Blanca, una bella construcción bajo el bosque, abierta, y con unas terrazas en plan vivero forestal sin nada plantado.

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En las inmediaciones de la Casita Blanca parte un sendero que comunica con la pista del Coll de los Ladrones, pero nuestra marcha prosigue recto por la pista principal, en ligera bajada y al lado de un alto muro de obra. Mas adelante vuelve a salir otro atajo señalizado al paseo de los Melancólicos, cerca de una fuente de enorme aparejo pero sin una gota de agua en este mes de Agosto, la fuente de la Herradura.

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La pista llega a la zona de bunkers de la línea P donde curiosear un rato por sus interiores, cruza un barranco canalizado que forma saltos y pozas bastante fotogénicos, y alcanza el desvío tomado a la mañana en la subida a Buenavista por el Carretón. Sólo resta desandar el camino hasta Canfranc con la seguridad de haber aprovechado un día de nuestra vida.

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