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Senderismo Senda Colgada - Escuaín por klaus -- 24/09/2016
Jornada: (Una) --
(4727 visitas)
  • Zonas: ,
  • Duración sin descansos: 04:30
  • Meteorología: Sol
  • Dificultad: Facil
  • Días: 1
  • Num. Personas: 2
  • Tipo: Senderismo
  • Desnivel de subida: 650 metros
  • Desnivel de bajada: 650 metros
  • Distancia: 12000.0 metros
  • Agua:
  • Observaciones:
  • Gps: Sin fichero GPS


Senda Colgada - Escuaín  
Croquis Sui Generis
Croquis Sui Generis
Los pueblos de Revilla y Escuaín son el portal de entrada a la zona menos frecuentada del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. Reciben a menos visitantes si lo comparamos con el circo de Pineta, o los cañones de Añisclo y Ordesa, quizás porque éstos resulten más imponentes y atractivos por el tamaño de sus paredes junto a la grandiosidad de las montañas que los rodean. Una fama y popularidad merecidas, con una divulgación y oferta turística acordes a la importancia de su patrimonio natural. Sin embargo, el sector de Escuaín carece de los servicios y facilidades de sus hermanos mayores, con unas carreteras de acceso cien por cien montañeras, de calzada estrecha y muchas curvas, y menos disponibilidad en cuanto a alojamientos rurales se refiere. Aún así, respecto a la escasez de medios en décadas anteriores, ahora el valle del río Yaga ha mejorado en cuanto a infraestructuras y comodidades, y para lo que nos interesa, con una red de senderos bien mantenida para su uso y disfrute.
El mayor atractivo natural reside en la Garganta de Escuaín, con bosques y precipicios que sobrevuelan un sinfín de aves, con mención especial para la singularidad del quebrantahuesos. La excursión aquí propuesta discurre por el interior de la garganta a través de la senda Colgada, de gran ambiente forestal y vistas de impresión, para luego regresar al pueblo entre los campos y bordas de Las Valles Altas.

DATOS TÉCNICOS:
-inicio, Escuaín a 1200m.
-duración, 4:30h en total.
-desnivel, 650 metros de subidas y bajadas.

DESCRIPCIÓN:
la carretera que desde Escalona lleva a Escuaín exige de prudencia y atención al volante, dada la estrechez de la calzada y las numerosas revueltas de su trayecto. Serán 15 kilómetros de recorrido pasando por los pueblos de Belsierre, Santa María y Puértolas, con un paisaje hacia la Peña Montañesa que sin duda disfrutarán los pasajeros del vehículo, porque el conductor ha de estar atento al volante. Existe un aparcamiento a la entrada del pueblo, en una explanada donde nace la pista de La valle por donde regresaremos. Ahora se trata de ir por el camino señalizado a la Surgencia del Yaga, cuyo arranque se halla detrás de la iglesia de San Pedro.

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Escuaín conserva buenas muestras del estilo de construcción típico en el Pirineo del Sobrabe, con tejado de losas, grandes chimeneas, recios muros en la fachada, entre unas casas en diferente estado de conservación. Creo que nadie vive de manera habitual en el pueblo, aunque en temporada de vacaciones los propietarios regresan a sus antiguos hogares. Hay un centro de información del parque para los visitantes que abre la mayor parte del año, donde pueden aconsejar sobre las rutas que salen del pueblo, como por ejemplo el paseo de los miradores sobre la Garganta. Lo que nunca falta por las calles de Escuaín son gatos. una camada numerosa que brinca por las tapias y mira con desconfianza a los forasteros.

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Entre tapiales amusgados de verde, el sendero avanza bajo la sombra de los bojes hacia la entrada al parque nacional. Así lo anuncian varios carteles que avisan sobre las prohibiciones de hacer fuego, de no pegar tiros, no volar con aviones por el espacio aéreo, etc. Más adelante otro poste anuncia el comienzo del sendero de bajada a la Surgencia del Yaga, calificado de peligroso para así curarse en salud ante inusuales percances.

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La dificultad del camino de bajada a la Surgencia radica en varios pasos de fuerte inclinación. El apoyo de las manos será necesario en un par de destrepes cortos y fáciles, y en especial en un paso equipado con cadena de seguridad a fin de sortear un bloque de roca. Yendo despacio, asegurando los movimientos, resulta mas un entretenimiento que un ejercicio peligroso como indicaba el cartel. En cualquier caso, prudencia si vamos con niños o personas menos hábiles.
Los obstáculos se refieren al camino de descenso a la Surgencia, porque el recorrido de la senda Colgada carece de dificultades, quitando el flanqueo de la roca con la cadena de hierro. Antes de este paso disfrutaremos de una primera y formidable vista hacia los tajos de la Garganta, y a las paredes del circo de la Sarra justo delante.

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A parte de la cadena, muy firme y bien anclada, hay mucho agarre para colocar pies y manos, incluso para echar el culo, y sortear el bloque empotrado sin peligro. En caso de estar mojada la superficie de la roca, habría que andarse con más cuidado, pues la laja es inclinada y tiene un poco de caída. Mas abajo viene un punto clave de la ruta, a la altura de un cartel indicador sobre la Surgencia, porque justo en frente comienza un sendero evidente que marca el inicio de la Senda Colgada. En esta fecha no había indicación para señalizar este arranque, ni mojones de piedras, pero su traza es clara.

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El descenso al río Yaga es una parte indispensable de la ruta y no solamente un añadido. La Surgencia merece la visita a pesar de la fuerte bajada que nos hará perder 100 metros de altitud en poco espacio. Hay varios escarpes inclinados donde ayudarse de las manos, de apenas 3 ó 4 metros verticales, entre un bosque muy cerrado de pinar y altos bojes.

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La pendiente es acusada hasta llegar al pie de una cavidad rocosa muy interesante. Una escalera tallada en la roca, de peldaños estrechos y pindios, nos deja al resguardo de la cueva, en un rincón estimulante que puede hacer las veces de refugio, como así le ha parecido a un arce que se alza en el suelo de la cavidad. Un agujero es el túnel de salida para recuperar de nuevo el camino, siendo necesario doblar la cerviz para pasar al otro lado.

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La siguiente atracción del camino es una escalera rústica de maderos, tumbada y con sirga de apoyo, que da cierta inseguridad por su endeblez pero no entraña dificultad. En caso de estar mojada habría que tener más cuidado y agarrase bien a la sirga.

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Ahora viene una media ladera entre hierbas altas, hasta con un poco de subida, que regala una perspectiva frontal y anonadante de la Garganta. La luz del día incide sobre las paredes de manera cambiante según la posición del Sol, dejando aquella mañana una mitad en penumbra y la otra en solana.

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Resta el tramo final para llegar al cauce del río Yaga, bajo la umbría del bosque y viendo ejemplares de haya. Un cartel avisa de la prohibición de bañarse, con objeto de cuidar el hábitat acuático de especies como el tritón pirenaico o la rana bermeja, rarezas esquivas de ver.

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El camino desemboca en el barranco un poco por encima de la Surgencia, una cascada que sale del interior de la montaña con la fuerza y el ímpetu de un parto natural. Las aguas se desbordan por una estela chorreante de muchos flecos que dan elegancia a su silueta. Este día un buitre reposaba tranquilo sobre uno de los resaltes de la cascada, sin asustarse por la mía presencia.

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Después de un verano seco sin apenas lluvias, el caudal de agua que bajaba por la Garganta era pobre y muy distinto al que suele llevar en primavera, con la cascada rebosante y ocupando toda la anchura de su resalte. Esa falta de agua tiene una contrapartida favorable, la libertad para moverse por el interior del barranco sin los problemas originados por la corriente. Un rato para investigar por las orillas o tomar un descanso en las fuentes del Yaga.

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El regreso hasta el comienzo de la senda Colgada se realiza por el mismo camino de la bajada, con la pendiente esta vez hacia arriba y por lo tanto con mayores esfuerzos. Por contra, en ascenso resulta más sencillo superar los escarpes y el paso de la escalera tumbada. Junto al cartel del parque arranca la senda Colgada donde este día no me crucé con nadie, no como aconteció en el trayecto a la Surgencia que al parecer es más frecuentado. Al principio de la senda, unos troncos de gran tamaño cayeron hará unos años y obstaculizan el paso. Tal vez sea el mayor impedimento en todo el recorrido de la senda, de fácil solución al poder rodear o saltar por encima de los árboles, y así recuperar la traza limpia del camino.

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La mayor parte del recorrido de la senda Colgada discurre por el interior del bosque, con un par o tres de claros entre la espesura de los árboles para admirar los cortados de la Garganta. En concreto, después de un tramo inicial con bojes amusgados, pinos de gran porte, y ramas de avellano, se alcanza una ladera pedregosa a cielo abierto, rodeada por un matorral pinchudo de zarzas. Hay mojones de piedras a fin de indicar la traza difusa del camino, en un mirador natural de vista inigualable y asombrosa a los tajos de la Garganta.

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Conviene hacer una parada larga en este balcón para deleitarse a gusto con el paisaje descomunal a la Garganta de Escuaín, a la angostura de sus tajos y paredes verticales, donde los árboles se aferran a las rocas para no caer en el vacío. En adelante no tendremos la suerte de repetir semejantes vistas. Asomarse con cuidado al borde del precipicio y ver el curso del río Yaga escapando entre los farallones, con el macizo de Lierga y el perfil de Cotiella enmarcados en el horizonte.

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A partir del mirador, el protagonista de la senda Colgada es el bosque, con una variedad de especies como en pocos sitios del parque nacional se encuentran. Con el pino royo como árbol predominante, a su lado crecen el tilo, haya, serbales, fresnos, avellano, bojes de tronco esbelto, arce, abedules...dando sombra a la traza estrecha de un camino evidente, marcado de vez en cuando por hitos de piedras.

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Si en la primera parte de la excursión se necesitaban de esfuerzos para superar las pendientes inclinadas de bajada y posterior subida a la Surgencia, ahora el avance por la senda Colgada es cómodo, en un llaneo suave sólo roto por ocasionales repechos y breves descensos.

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El camino pasa cerca de las paredes que cierran la Garganta por este lado, donde crecen plantas rupícolas como la Oreja de Onso, especializada en vivir adherida a la roca en ambientes frescos y de penumbra. Luego cruzaremos un afluente del río Yaga que en primavera forma una cascada con una charca en su base; hoy la pertinaz sequía la deja con una badina de agua turbia poco apetecible.

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El follaje del arbolado entrevera las vistas a la Garganta, aunque los recodos del camino, bajo apriscos de roca, ofrecen ratos de paisaje despejado. En las laderas de la margen opuesta crece una mancha extensa de pinar con especies de tipo mediterráneo, favorecidas por una exposición de solana distinta a la vertiente por donde andamos, que es más umbría y húmeda.

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A la mañana la senda discurre en sombra, con rincones de una vegetación densa y espesa, creando un ambiente lóbrego y oscuro. Así ocurre al pasar junto a una cueva de entrada tenebrosa, custodiada por unos bojes de ramas enmarañadas y tronco retorcido. Supongo que a la tarde el Sol aportará un poco de luz y color al camino.

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Musgo y líquenes tapizan la superficie de las rocas y cuelgan del tronco de los árboles, adornos que son muestra de la buena salud y pureza del bosque.

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Tras el cruce de una barranquera, seca en este día, la senda empalma con un camino procedente de Escuaín que da la oportunidad de acortar la excursión. Nuestra idea, sin embargo, es proseguir adelante hacia el puente de los Mallos, destino final del recorrido y lugar para volver al pueblo por la pista de La Valle. De hacer el recorrido a la inversa, tomar como referencia a un par de carteles del parque nacional.

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Todavía resta un trecho largo hasta llegar al puente de los Mallos, cruzando otra vez un barranco con poza redonda de agua y cascada en época de lluvias.

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Un par de repechos y un cartel que deja un desvío a la derecha, mientras la senda marcha por un bosque de hayas con ejemplares de tamaño colosal. Ya no vamos tan cerca de los cortados de la Garganta y las laderas permiten una mayor dispersión de los árboles por el terreno, por un suelo cubierto de hojarasca muy grato de andar. Así se alcanza el camino de vuelta a Escuaín por la Valle, al lado de la pasarela metálica del puente.

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El puente de los Mallos tiene una rejilla metálica en el suelo que permite ver la espeluznante caída al lecho del barranco. La asomada es vertiginosa. Un tajo vertical y angosto en la garganta que recoge las aguas del circo de Gurrundué, un anfiteatro de murallas rocosas que veremos en toda su grandeza desde las praderas del valle. En la otra orilla del puente llega un camino que recorre la solana de los circos de Gurrundué y de la Sarra, con variantes a distinta altura de la ladera, y muy recomendables para otra jornada de excursión, con oportunidad de hacer un larga vuelta circular entre los pueblos de Revilla y Escuaín.

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Nada mas tomar la senda de vuelta a Escuaín por la Valle, destacan unos tejos de gran tamaño al borde del camino, un árbol difícil de encontrar en el Pirineo y menos con la envergadura de estos ejemplares. Las hayas tampoco se quedan atrás, tendiendo a nuestro paso sus ramas gruesas por un pasillo flanqueado de bojes. Una hermosura de paseo.

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Nos alejamos de la garganta y de su exuberante vegetación, para entrar en una zona abierta de campos separados por matas de boj. Los carteles del parque, junto a balizas de color verde, sirven para identificar el trazado poco claro del camino, cruzando un par de barranqueras que no llevaban agua en este día. El paisaje al circo de Gurrundué es mayúsculo.

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La senda pasa al lado de una caseta de madera, un observatorio de aves situado en el borde de un gran campo con vista directa a un comedero cercano. Aquí no, pero en otros lugares he sido testigo de cómo los buitres, apostados en la distancia, acechan la llegada de los agentes forestales, y al verles llegar en sus todoterreno, se lanzan en picado hacia la carroña en un aterrizaje frenético y descontrolado. Un ágape que impacta.

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Es curioso ver en esta zona unos carteles avisando de la presencia de cámaras de vigilancia las 24 horas del día. Supongo que el motivo es controlar a las aves, en especial a los individuos de especies protegidas y amenazadas, como son el quebrantahuesos o el águila real, entre otras. En cambio, a las vacas las vigila el pastor por un método más simple y tradicional, subir con el todoterreno desde Escuaín a esta zona de campos de Las Valles Altas. Durante el verano los rebaños pacen dispersos por las praderas, teniendo como punto de reunión o quedada un redil circular de piedras, justo donde termina la pista de tierra. El ambiente pastoril invita al sesteo, a la fresca hierba y la sombra de un pino, con paisaje tan majestuoso.

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Varios carteles marcan el camino de subida al Cuello Viceto, un collado muy visible al fondo del valle y que da paso a la zona de Añisclo. Nuestra dirección es la contraria, volver a Escuaín por la pista.

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El regreso a Escuaín por la pista, a falta de una alternativa mejor por sendero desconocido, puede resultar un pelín anodino después de las maravillas anteriores. Aún así, el carril ofrece detalles que llamarán nuestra atención, como una fuente de piedra o una serie de árboles de porte extraordinario.

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Otro cualidad del paisaje que hace ameno el recorrido por la pista son las bordas, construcción rústica de tejado a dos aguas y muros de mampostería, útil para guardar el heno y guarecerse de tormentas.

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Y también el descenso por la pista regala unas postales valiosas hacia el macizo de Cotiella y la montaña de Lierga, aunque a veces requieran de una incursión por los campos para obtener la mejor perspectiva; y eso también depara sorpresas agradables.

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El tramo final tiene una pendiente más pronunciada en descenso, dejando atrás la barrera de cierre de la pista y varios carteles del parque nacional. También se cruzará el camino GR-15 que se dirige a Bestué, con la opción de recorrer todo el cordal hasta el Tozal de los Vasones, con un panorama excepcional a las Tres Sorores y otras montañas del Sobrabe. Otra ruta más a apuntar, y van...

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