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Suscribirse al canal contenidos Ascensión a el Banderillas (1993 m) por casiano -- 02/10/2007
Vía: (Río Borosa - Arroyo del Infierno.) --
(4843 visitas)
  • Hora de salida: 11
  • Hora de llegada: 20
  • Meteorología: Mixto
  • Dificultad: Bastante facil
  • Días: 2
  • Tipo: Ascensión
  • Gps: Sin fichero GPS
  • Sin panorámicas
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Banderillas  (1993 metros)

Farallones al Oeste de la Cuerda de las Banderillas desde el Río Borosa.

Castellón del Haza de Arriba.

Pared Oeste del Picón del Haza, con las ventanas del túnel.
Esta es la segunda de las rutas que realizamos por las cadenas sub-béticas a finales de septiembre / principios de octubre como alternativa a Picos de Europa (cancelados por las malas previsiones meteorológicas), tras la ascensión de un día a La Sagra, de la cual ya subí la descripción.

En este caso pretendíamos culminar una ruta por el Río Borosa subiendo al Empanada, pero vimos que era un plan demasiado ambicioso para nuestras posibilidades (visto nuestro ritmo, principalmente), y eso que contamos con dos días. Así pues, acabamos optando por otra nueva alternativa, el Banderillas, que al final acabó resultando bastante atractiva y vistosa, tal vez más que la de la opción inicial.

Debido al cambio de planes, la ruta incluye una parte del recorrido en principio innecesaria para subir al Banderillas, que hicimos para llegar al refugio de pastores Rambla Seca (donde decidimos la rectificación). Esto significa que se puede acortar la ruta en unos 9 kilómetros, siendo probablemente factible plantearla en un solo día, o en su caso haciendo noche en el propio refugio del Banderillas (ambos refugios tienen enlace más abajo, en la sección datos de la ruta).

Para mi gusto, quizá lo más destacable de la ascensión (y hay muchas cosas destacables) sea la completa sensación de aislamiento de la zona respecto de la civilización; por la noche (subiendo por la pista hacia Los Charcones) resultaba imposible atisbar una sóla luz de pueblos alrededor, a pesar del amplio radio de observación. Desde la cima, de día, igual sensación. Nunca había advertido algo tan patente en ese aspecto, ni si quiera la noche a más de 3.000 metros subiendo al Aneto en 2005 (ascensión también descrita aquí). Si acaso en Picos de Europa, pero fue más bien gracias a los mares de nubes cuando estábamos en las cimas o al menor radio de observación en el interior del caótico macizo cantábrico.

Por otro lado, los paisajes son realmente vistosos, tanto en el interior del valle calizo del Río Borosa (espectaculares farallones), como en la insospechada morfología de parameras de la zona alta (con las llamativas dolinas), y en la de nuevo más altiva Cuerda de las Banderillas. Lo cierto es que no imaginaba una parte alta tan espectacular de esta sierra, por lo que conocía de las veces que había estado antes (siempre en zonas más bajas). Junto a todo ello, una rica y frondosa vegetación, auténtica joya de la flora mediterránea, y pinceladas de fauna que pudimos disfrutar en divertidas anécdotas.


INTINERARIO

Piscifactoría del Río Borosa ? Río Borosa ? Salto de los Órganos ? Nacimiento de Aguas Negras ? ladera N del Barranco del Infierno ? Pista de tierra hacia el S ? Refugio de pescadores Rambla Seca ? Misma pista hacia el N (regreso) ? Caña de Pinar Negro ? Cuerda de las Banderillas ? Banderillas ? regreso por la Cuerda de las Banderillas ? Puntal del Águila ? Collado de Roblehondo ? Los Torcalillos ? Tina de los Villares ? Cuesta del Topaero ? punto de inicio.


DATOS DE LA RUTA

-- Longitud aproximada: 40 kilómetros.

-- Desnivel total acumulado: Unos 1.500 metros de subida y de bajada.

-- Duración M.I.D.E.: 12h 30m

-- Dificultades:
- Técnica: Prácticamente nula; quizá en algún tramo de la pronunciada subida por la ladera del Barranco del Infierno alguien podría optar por usar las manos para mejorar el equilibrio.
- Tipo de terreno: La mayor parte del itinerario transcurre pos pistas, caminos y sendas, en general cómodos. La subida por la ladera del Barranco del Infierno presenta incomodidad por la fuerte pendiente y la pedregosidad. También discurrimos campo a través para subir a la Cuerda de las Banderillas desde Pinar Negro, lo cual en teoría es evitable por senda (que no encontramos).
- Orientación: Muy fácil por el Río Borosa hasta el Nacimiento de Aguas Negras. Complicada a partir de ese punto, primero por discurrir fuera de traza o por caminos de cabras, y después (arriba) por la profusión de caminos que no figuran en el mapa. No encontramos tampoco la senda que sube a la Cuerda de las Banderillas desde la Caña de Pinar Negro, pero sí lo hicimos en la bajada hacia la vertiente contraria. Hay un punto confuso en la senda de bajada por la parte alta de la ladera N del Borosa, antes de llegar al Arroyo de los Villares. Toda esta ruta de bajada transcurre por un PR aceptablemente señalizado en general, aunque con tramos sin marcas.
- Riesgos: Posible caída de piedras en las inmediaciones del Salto de los Órganos; zonas con cierto riesgo de caída para el montañero; sitios alejados más de 3 horas de zonas comunicadas; en caso de realizar la ruta en un día, la duración de la luz solar puede resultar insuficiente; difícil orientación en caso de disminución de la visibilidad en determinadas zonas; tramos fuera de traza de caminos; existencia de víboras en la zona.
- Esfuerzo: Alto. A la considerable longitud hay que añadir un exigente tramo de pendiente pronunciada en el Barranco del Infierno, además de una bajada rompepiernas para volver al punto de inicio. Para nosotros resultó ser una excursión realmente agotadora.
- M.I.D.E.: Medio: 3; Itinerario: 3; Desplazamiento 3; Esfuerzo: 5

-- Refugios:

- Refugio de pescadores de Rambla Seca.

- Cuerda de las Banderillas: Refugios en la propia cresta, muy cerca de la cima.


-- Agua: Varias fuentes a lo largo de la orilla del Río Borosa (la última en la central eléctrica). Nacimiento de Aguas Negras: manantial destacable por el casi nulo sabor del agua a pesar de ser una zona caliza. Fuente de Rambla Seca (ojo, al Este del refugio de pescadores, no al Oeste como dice el mapa de Alpina).




DESCRIPCIÓN

Toda la parte inicial de la ruta transcurre por la pista forestal que recorre la orilla del Río Borosa. Se trata de la excursión estrella del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, en todos los sentidos. Los mayores atractivos paisajísticos de la zona se encuentran quizás aquí, pero también (y sobre todo) el principal reclamo turístico, con lo que se debe evitar en los días festivos (como hicimos nosotros) si se quiere huir de las multitudes romeriles.

Dada la simplicidad de este tramo, y lo conocido del mismo, es la parte en que menos me voy a extender. Para más detalles (aunque tampoco son muchos) se puede pinchar en este enlace a una actividad que hice por aquí en 1999 a la que denominé ruta ecológico - paisajística por el Río Borosa, pedante (así me lo parece ahora) nombre, cuyo contenido alude a que se trataba de una excursión universitaria de interés botánico y zoológico. La principal diferencia con aquella ocasión fue debida a la época del año, entonces primavera y esta vez otoño aún no lluvioso: los muy vistosos saltos de agua de la parte alta del río estaban ahora prácticamente secos. Una pena.

Partiendo de la piscifactoría del Río Borosa, junto a la cual está el Centro de Interpretación Fluvial, cogimos la pista de tierra que durante unos 7 kilómetros conduce hasta la central eléctrica, con el único (y recomendable) paréntesis que supone la Cerrada de Elías, bonito y llamativo sendero para recorrer un pequeño pero vistoso desfiladero del río. Tras dejar atrás la central eléctrica, la pista de tierra se convierte en camino más estrecho, hasta llevarnos al Salto de los Órganos. La senda se desvía momentáneamente hacia el norte para superar unos metros de pedregosa y descompuesta ladera, con la intención de acceder a un túnel por el que discurre el canal que partiendo del Embalse de los Órganos lleva sus aguas a la central eléctrica, descendiendo después por un salto de agua artificial en forma de tubería. Recorrimos el túnel, perforado en la roca caliza, que atraviesa la vertical pared Oeste del Picón del Haza, siendo necesarios por momentos los frontales a pesar de las numerosas ventanas talladas en la pared. Al poco de salir atravesamos otro túnel más corto, y llegamos a la presa del Embalse de los Órganos. Aquí hicimos un paréntesis, dejando nuestros pesados macutos de dos días para acercarnos paseando a la Laguna de Valdeazores (otra presa artificial), donde el mayor aliciente fue un zorro que posó para nuestras curiosas cámaras mientras esperaba que le echáramos de comer. Luego volvimos al Embalse de los Órganos; esta parte del trayecto no está incluída en los datos de la ruta de arriba.

Ya estábamos en aquel momento empezando a preocuparnos por lo ajustado de nuestros horarios. Habíamos salido demasiado tarde, el ritmo era más bien tranquilo, y las paradas, frecuentes y prolongadas. Tuvimos serias dudas de si merecía la pena perder unos minutos en ir a la Laguna de Valdeazores. Además planeaba sobre el ambiente la amenaza de la posible multa por vivaquear en el interior del parque, introducida de no muy buenos modos por un guarda casi al comienzo de nuestro caminar. El objetivo claro era optar por la seguridad de pasar la noche en el refugio de pescadores de Rambla Seca. Si se nos hacía de noche en terreno complicado, procuraríamos escondernos donde pudiéramos. La tarde estaba ya bastante avanzada.

Con estas circunstancias dirigimos nuestros pasos por la senda que parte de la orilla Este de la presa de los Órganos, escasos metros al norte de ella. Se trata del camino que lleva al Nacimiento de Aguas Negras, manantial en medio del cauce del Arroyo del Infierno (su vaguada sigue desarrollándose al Sureste, supongo que en algún momento llevando agua, pero entonces seca). De la llamativa surgencia tomamos más líquido elemento para rellenar nuestras cantimploras, y comprobamos sorprendidos que carecía completamente del inconfundible y algo desagradable sabor propio de las zonas calizas (todas las anteriores fuentes lo tenían). Por otro lado, el temor de que en este punto desaparecería la senda como tal (como rezaba el mapa) se confirmó. Por el cauce resultaba imposible seguir avanzando, debido a una concentración de enormes bloques rocosos que impedían el paso. La única opción era buscar una salida por la orilla norte del arroyo, la propia ladera en que nos encontrábamos, donde de hecho parecía que partían desdibujadas sendas zigzagueantes. El objetivo, alcanzar la pista secundaria anunciada por el mapa en la parte alta de la ladera, que nos podría llevar al refugio buscado.

Empezamos a ascender por la incómoda y descompuesta ladera, guiados por confusos y muy poco evidentes caminos de cabras. La pendiente de esta pedrera era considerable, y en algún momento la pesada carga de nuestros macutones nos llevó a usar las manos para mejorar la sensación de equilibrio (cuestión objetivamente más psicológica que técnicamente necesaria, la verdad). Empezaba a atardecer. De nuevo parecía que estábamos en uno de nuestros bretes, esta vez con la incertidumbre de llegar con luz al refugio?

Sin embargo, la cosa no se complicó demasiado desde el punto de vista de dificultad del terreno. Tras cerca de 200 esforzados metros de desnivel, encontramos un camino de doble rodada, tras haber seguido unos inesperados hitos. Como no podía ser menos, lo cogimos con la esperanza de que nos llevara a la pista de tierra. Lo que sí ocurrió es que la orientación requirió de nuestra atención, uso de la lógica, y acertada toma de decisiones; entramos en una zona en la que los caminos como el nuestro (de doble traza o rodada) se diversificaban con sus consecuentes bifurcaciones, y sólo uno de ellos (el señalado como pista) aparecía en el mapa. Se hacía de noche (por cierto, espectacular puesta de sol), y atravesábamos una zona de configuración paramérica y kárstica, con modestas dolinas (en comparación con las que veríamos más tarde). Afortunadamente, acertamos al encontrar el camino correcto. Desafortunadamente, no recuerdo con precisión las diferentes bifurcaciones (fueron dos o tres), pues bastante teníamos entonces con tratar de orientarnos, con lo que no puedo explicarlo adecuadamente. El caso es que la dirección, forma y curvas de uno de los caminos (el que seguíamos) parecía corresponderse con la pista del mapa, con lo que lo seguimos decididamente, hacia el sur-sureste (sentido general); se trataba de la prolongación, al Sur, de la Caña de Pinar Negro, que se dirigía hacia la cuerda de Los Charcones.

En este tramo se nos hizo definitivamente de noche, y pudimos, por un lado, disfrutar de una paz, oscuridad y desolación propias de una zona tan alejada de todo atisbo de poblaciones humanas que ni se veían luces en la lejana llanura; un agradable paseo, de regustillo misterioso, en un ambiente kárstico muy singular, que casi nos trasladaba a otro planeta, y solamente roto por anécdotas protagonizadas por personajes del mundo animal: algún gamo o ciervo en plena berrea, algún jabalí, dos sapos que se cruzaron en nuestro camino, como también lo hicieron una tarántula con sus minúsculas y numerosas crías subidas a su abdomen, o un chotacabras aturdido por la luz de nuestros frontales, que se dejó fotografiar a apenas dos metros de nosotros. Pero también, por otro lado, la no completa seguridad de si llegaríamos al refugio de pescadores (del cual sólo teníamos la referencia del mapa, y por lo tanto no sabíamos en qué consistiría), de si nos perderíamos en medio de la oscuridad, sólo disponiendo de la traza del propio camino, y muy pocas referencias visuales (ninguna general, sólo alguna cercana), de no saber cuánto llevábamos ni cuánto quedaría, además del cansancio general del grupo, con algún pequeño malestar físico particular. En fin, cierto regustillo de aventura. Qué gozada.

Cuando la pista alcanzó Los Charcones, justo en el momento de cambiar de vertiente, un vacío aparentemente enorme surgió a los pies del camino, roto unos metros más adelante por la reaparición del terreno; asomándonos con precaución, pudimos ver una notable dolina, tras la cual vendría una sucesión de muchas más, siguiendo una vaguada por cuya ladera iba descendiendo ya la pista hacia Rambla Seca (eso era lo que suponíamos, y acertábamos, aunque como digo no podíamos confirmarlo entonces debido a la oscuridad). La bajada se hizo bastante larga, y hubo un momento en que, pasando junto a una zona de posible vivac, la persona que peor se encontraba propuso hacer allí noche. Tras unos momentos de duda, decidimos proseguir la marcha, comprobando menos de cinco minutos después que nos encontrábamos junto al cruce de la pista principal de Rambla Seca, en las inmediaciones del control de vehículos. Apenas 500 metros más al Este nos llevaron a un edificio a través de cuya ventana se vislumbraba un tenue resplandor. Era el refugio de pescadores. Aparecieron unos frontales, pertenecientes a dos ciclistas que pasaban allí la noche, preocupados al haber estado viendo de lejos los nuestros, mientras bajábamos desde los Charcones por la pista junto a las dolinas, pensando incluso que quizá pudiéramos ser furtivos? todo en plan ligeramente rocambolesco y anecdótico?

Ya en el calor y la comodidad del refugio, mientras cenábamos, las referencias que nos dieron los dos ciclistas de la subida al Empanada nos echaron para atrás en nuestro intento, dado el ritmo más bien lento que llevábamos, y lo mucho que había que desandar de regreso al parking de la piscifactoría. También nos hablaron de lo atractivo de la Cuerda de las Banderillas, y dado que parecía una alternativa más factible, optamos por cambiar de planes.

Tras una noche que no me fue demasiado productiva a efectos de descanso, llegó un amanecer más espléndido aún que la puesta de sol del día anterior. Esta vez comenzamos a caminar con las primeras luces del día, cumpliendo mejor con el decálogo del buen montañero.

Lo bueno de desandar la pista de tierra fue que lo que no pudimos ver en la oscuridad de la noche ahora estaba ante nuestros ojos, bañado por la melancólica luz crepuscular. Contemplamos las ahora menos misteriosas dolinas, pero también el grandioso punto de vista superior del valle del Borosa, así como un entorno cercano que resultaba realmente peculiar, casi lunar.

Una vez que llegamos a la Caña de Pinar Negro, entrando en la vega del mismo nombre, nuestro afán era buscar la senda que sube a la Cuerda de las Banderillas; objetivo que no pudimos cumplir, y que tuvimos que sustituir por el típico y recurrente campo a través, zigzagueante para suavizar la pendiente de la ladera (en cualquier caso no muy dura). Alcanzamos de esta manera el collado de cota 1.891. Desde aquí, de nuevo despojados de mochilas, recorrimos la cuerda hacia el Noreste, medio siguiendo el PR, medio desviándonos de él para no dejar de crestear. En medio del bonito y agreste cordal, más afilado de lo que esperábamos, y singularmente adornado por sorprendentes matas de boj, nos encontramos con una vívora.

Tras pasar junto a los dos refugios de la cuerda, una última y pequeña subida nos llevó a la cima del Banderillas. Desde arriba pudimos disfrutar de unas estupendas vistas. Una ladera oeste muy inclinada y abrupta, provista de verticales paredes, y denominada Cinto de Viñuela, contrastaba con la relativa suavidad de la vertiente oriental, que caía hacia la agradable y bonita vega de Pinar Negro. Justo al Sur, nuestro objetivo inicial, el Empanadas. Y hacia el Este-Sureste, asomaba imponente la mole de La Sagra, nuestra ya amiga montaña de dos días antes. Los valles del Borosa y del propio Guadalquivir se adivinaban hacia el Oeste. Pero lo más sobresaliente, la enorme panorámica de campo deshabitado, de naturaleza infinita. Qué impresionante, y sobre todo qué revitalizador pensar que aún queda algún lugar así por esta cada vez más maltratada Península Ibérica.

Las prisas rompieron el bucólico momento, no sólo por la asimilada prudencia para no llegar demasiado tarde, sino también por la amenaza de lluvia que planeaba sobre nuestras cabezas en forma de cielo completamente cubierto de nubes. ¡Y los macutos abandonados en medio de la cuerda, sin cubrir con impermeables, y con los chubasqueros dentro de los mismos! (Mucha prudencia para unas cosas, pero para otras?)

Tras recuperar la carga -afortunadamente seca-, continuamos por la cuerda hacia el Suroeste, procurando no perder las señales blancas y amarillas del PR, con la esperanza de hallar la senda que en la ladera de subida no habíamos encontrado. No hubo mucho problema, y la tomamos a la altura del Puntal del Águila, siguiéndola hacia la derecha (norte). Un tramo horizontal a media ladera nos llevó a la vistosa cara oeste de la Cuerda de las Banderillas, acercándonos a zonas cada vez más llamativas, lo que ya pudimos adivinar antes desde la propia cresta. Después la senda comenzó a zigzaguear, bajando hacia un bonito rincón empradizado, dominado por una imponente pared caliza de tonalidad gris, a cuya derecha (este) se abría una canal por la que habría de descender nuestro camino (ver última foto). En medio de esta bajada, nuevamente zigzagueante (y no hace falta repetir, aunque yo lo haga, espectacular), paramos a comer, protegiéndonos de la esperada lluvia en la base de una pared extraplomada.

Poco después hubimos de saltar una barrera de troncos de madera, y seguir el camino pegados a la misma pared antes mencionada (a la derecha según bajamos). Alcanzamos más tarde el Collado de Roblehondo, punto de referencia visible también desde la Cuerda de las Banderillas. Pudimos observar de cerca la parte alta de los enormes farallones calizos que contemplábamos el día anterior desde la orilla del Borosa. Esta es otra de las zonas realmente brillantes del parque; en este valle calizo del Borosa, esta senda de descenso podría equivaler (salvando las insondables distancias) a una Faja de Pelay en Ordesa.

Sin embargo, lo atractivo de los primeros tramos de la senda fue dando lugar paulatinamente a una bajada cada vez más y más sufrida. Por un lado, el paisajismo quedó algo oculto porque los árboles empezaron a no dejarnos ver el bosque. Por otro, la lluvia fue apareciendo con más frecuencia, sin llegar a ser fuerte, pero sí creando o acrecentando charcos y zonas embarradas, mojando las rocas del terreno ?cada vez más resbaladizas- y mojándonos a nosotros mismos. En medio de la alta humedad ambiental, el calor se hacía insoportable. A ello hubo que añadir un ligero despiste antes de llegar a la vaguada del Arroyo del los Villares, que nos hizo andar más de lo necesario por terreno incómodo hasta que decidimos volver y tomamos el camino correcto, una bifurcación a la izquierda (según se viene del Collado de Roblehondo) que baja hasta el mismo cauce. Por si fuera poco, una vez cruzado el arroyo, la senda comienza una serie de zigzags de subida más prolongados de lo esperado, tras los cuales quedamos tendidos en medio del camino, denotando un cansancio preocupante. Yo necesité estar allí tumbado cerca de un cuarto de hora, durante el cual me llegué a quedar dormido (insisto en que no había pasado buena noche), para poder reiniciar la marcha con algo más de energía.

El resto de la bajada resultó ser bastante evidente en cuanto a orientación (la traza de la misma no ofrece dudas), pero dura físicamente por el importante desnivel que se pierde en muy poco tiempo. Afortunadamente, ya digo que había recuperado fuerzas tras la cabezadita, e incluso bajé bastante rato casi corriendo. Después de pasar la Cuesta del Topaero, el camino cambia de la vertiente del Borosa a la del Arroyo Ruejo, más inhóspita, para volver finalmente al río original, dejándonos la senda en los metros iniciales de la pista forestal de la ruta del Borosa.

Esta vez no se nos hizo de noche, y pudimos completar un itinerario realmente meritorio, además de completo y recomendable para tener una buena composición de lugar de la orografía de esta singular sierra. Sólo al ritmo de una caminata conoces realmente la distancia y grandeza de los lugares.



Interior del túnel de Los Órganos.

La pedrera de subida desde el nacimiento de Aguas Negras.

Momento en que el camino cruza Los Almorchones, con una dolina a la derecha.

Vertiente Este de la Cuerda de las Banderillas.

Último tramo de la cuerda hacia la cima del Banderillas.

El camino baja por la canal de la derecha.

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